El maestro que nos enseñó a ganar

Valencia

Antítesis del estereotipo del entrenador balcánico chillón y visceral, huidizo ante la prensa, poco amigo de las entrevistas, Miki siempre estaba dispuesto a ponerse delante de un micrófono para explicarse. Sin rodeos, con su castellano atropellado pero directo y certero como una flecha. Con la misma calma que exhibía en los tiempos muertos. Incluso cuando las cosas se ponían feas.

Mientras otros vociferaban y mandaban la pizarra a la cuarta fila de tribuna, el maestro rumiaba en silencio su siguiente treta. Como aquella inolvidable tarde de febrero de 1998 en Valladolid en la que descolocó a Julbe sacando en el cinco inicial a la pareja de interiores Albert-Zubizarreta. Así empezó a ganar la final de Copa contra La Penya. El primer título en la historia de Valencia Basket -en aquel momento Pamesa Valencia-.

Vukovic, eso sí, ya había levantado títulos en la ciudad mucho antes. Fue el gran alquimista de aquel inolvidable Dorna Godella que encadenó dos campeonatos consecutivos de Copa de Europa en 1992 y 1993 contra Dinamo de Kiev y Como Jersey, respectivamente. Los tiempos de Natalia Zasoulskaya, Razza Mujanovic, Anna Junyer, Ana Belén Álvaro -ABA, para los amigos-, Laura Grande, Katrina McClain, Wonny Geuer e incluso una jovencísima Amaya Valdemoro a la que instruyó tantísimo, dentro y fuera de la pista. 

Con sus conocimientos, con su sabiduría humana y técnica, con su capacidad de gestionar talento y liderar vestuarios, cambió el modo de concebir el baloncesto en Valencia. Nos enseñó a todos que un bloque convencido de la idea que defiende es capaz de tumbar a cualquier rival, por poderoso que sea. Muchos aprendimos a entender lo que pasaba en la pista gracias a él, que nunca se negó a una entrevista o una pregunta, por incómoda que fuera.

Formará parte eternamente de la historia del deporte valenciano. Descansa en paz, maestro.