Dos horas y una rebelión

León

El gobierno de Mañueco ha decidido sumarse al núcleo duro de la derecha madrileña y ahora tampoco excluye la pandemia y el uso de los muertos como armas de una política que los envilece a ellos y nos deja a los ciudadanos a las puertas del infierno social.

El vicepresidente Igea, un apestado sin futuro en su propio partido, hace méritos que le ayuden a aterrizar en el PP regional. Para ello, no repara ni en despropósitos verbales ni en la toma de decisiones sin rigor técnico alguno. Su concepto de rebelión es miserable.

La guerra abierta con el Ministerio de Sanidad para anticipar dos horas el horario del toque de queda en la comunidad no se basada en criterios científicos. Es de dudosa legalidad y nos oculta las innumerables medidas que el gobierno de Valladolid podría tomar y no toma. Léase, cierres perimetrales o cierre de las todas las actividades no esenciales, incluidas la hostelería y las enseñanzas presenciales. Impopulares medidas que tratan de evitar.

Igea no es Ayuso sin pelo, pero usa en política parecidas artimañas que arruinan cualquier posibilidad a una acción política de diálogo y acuerdo. De este modo, confrontan con el gobierno central y, a vez, ignoran a todos los efectos a ayuntamientos y diputaciones.

Su sistema de ayudas directas al pequeño comercio y hostelería es inexistente o se limita a limosnas que apenas alcanzan a un 20 % de los negocios en crisis en caja.

La aguardentosa voz del portavoz de la Junta, un mal fario para tan malos tiempos, permite dormitar a Mañueco y pone palos en las ruedas de una consejera desanidad que no parece de la misma congregación. La serenidad de la doctora Casado se diluye en el ruido que genera un atormentado Francisco Igea.

Mientras tanto, la pandemia sigue creciendo en contagios, hospitalizados y fallecidos.