"Agradece que tantos tengan un motivo de esperanza": un padre sobre la vacuna tras perder un hijo en pandemia
El joven, de 25 años, falleció de un cáncer después de que el coronavirus obligara a suspender la operación que esperaba en marzo
Hace un mes estuvo en la puerta de la residencia donde arrancaba la vacunación en Asturias para ver el inicio del final de la pesadilla
Salvador Perea, perdió un hijo con cáncer durante la pandemia
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Gijón
El pasado 27 de diciembre las vacunas llegaban a las distintas residencias de mayores de España para empezar a escribir el final del coronavirus. En el caso de Asturias, la elegida fue la Residencia Mixta de Pumarín, en Gijón; el mayor centro público de la comunidad. Entre los aplausos del personal sanitario y el trabajo de los medios de comunicación apostados en la puerta, se encontraba un hombre anónimo. Ataviado con una bufanda, mascarilla y cazadora comenzaba a escribir un nuevo capítulo de su vida. ¿Su nombre? Salvador Perea. ¿Su historia? La de un gijonés que vio como su hijo fallecía de cáncer tras tener que suspender, por el confinamiento, la operación que esperaba.
La historia comienza en julio de 2019. Por aquel entonces, al joven de 25 años le detectaron un cáncer lo que conllevó el inicio de tratamientos de oncología y radiología en el Hospital Universitario Central de Asturias. Finalizados ambos, se trasladaron al Hospital Ramón y Cajal de Madrid. "El doctor Jacobo Cabañas estaba preparando una operación de mucho riesgo puesto que tenían que extirpar un tumor muy grande y muy agresivo y se necesitaba un equipo multidisciplinar, una UCI, un respirador...", ha explicado Salvador. Sin embargo, en pleno proceso, todo saltó por los aires. "Después de los tratamientos estábamos esperando, teníamos de cuatro a seis semanas de tiempo para que nos llamaran, y justo estalló el confinamiento. Pensábamos que iban a ser una o dos semanas, nos confinamos en el pueblo mi mujer, mi hijo, su pareja y yo; los cuatro juntos. Cada día que poníamos la tele, encendíamos la radio o un amigo le llamaba para contar lo que pasaba era aterrador porque veíamos cercenadas nuestras posibilidades sobre la operación". El COVID-19 lo inundó todo, tanto que "hasta el propio doctor quedó infectado en dos ocasiones. Estaba todo el hospital prácticamente cerrado, nuestras posiblidades se agotaban y el terror nos invadía, de modo que tuvimos que desconectar de todo, desinformarnos porque nos afectaba de lleno el COVID sin tenerlo ni haber pasado por la situación que tantos españoles han pasado y están pasando", ha añadido.
El 1 de abril fallecía su hijo con 25 años, a una semana de cumplir los 26. A sus 58 años, Salvador reconoce que nunca asumirá su pérdida porque "va a ser con lo que tienes que saber vivir y utilizarlo para crecer de alguna manera, para ayudar a los demás y para decir que su muerte haya servido por algo, que su fallecimiento haya tenido sentido para mi vida es lo que me motiva a seguir viviendo".
Pese a la terrible desgracia, Salvador es un hombre pausado, vitalista y que trata de ver el lado positivo de las cosas. El 27 de diciembre quiso estar en la puerta del centro donde se inició la vacunación. No fue casual. "Es como si mi hijo me hubiera dicho: 'vete hasta allí y agradece que a tantas personas les llegue un motivo de esperanza'. Si no llega la vacuna ya no es solo la gente que esté padeciendo COVID, es la cantidad de gente que depende de que esos tratamientos y sus operaciones se puedan efectuar porque están pendientes de un hilo". A ello suma una reflexión. "Si nuestros sanitarios nos fallan, no somos nada. Cuando tenemos salud no nos acordamos de los enfermos, pero cuando estamos enfermos dependemos de nuestros sanitarios" y recuerda, especialmente, la situación de aquellos que padecen cáncer porque "que venga la vacuna significa que se va acabar el horror. En el enfermo de oncología el tiempo es oro, corre contra él y si no llega justo al tratamiento, si los equipos no están preparados, si faltan respiradores o UCIs tiene los días contados y eso es mermar sus pequeñas posibilidades de supervivencia".
Pese al desgaste mental y emocional de estos diez meses, reconoce que sigue las noticias sobre el virus, pero "con la esperanza para todos aquellos que dependen de que esto se termine para que vuelvan a su vida cotidana y tengan los tratamientos que tanto necesitan" porque para Salvador la diferencia entre el inicio de la pandemia y la actualidad es muy grande. "Tenemos al alcance una luz al final del túnel. Cuando a mi me tocó el confinamiento de marzo y con una operación en ciernes, no solo no veía llegar la operación sino que no veía solución para nada ni para nadie. Ahora que veo que la solución esta más cerca, que es posible gracias a los avances médicos que han posibilitado una vacuna en tan poco tiempo; parece mentira que la gente este temorosa de ponersela, aunque también es verdad que hay hasta patadas y codazos para ponerla en algunos sitios. Esta es nuestra única solución, no tenemos otra", ha insistido.
Para la despedida dos mensajes. A los negacionistas "solamente desearles que nadie de su familia pase por lo que yo pasé porque el negacionismo se les va a quitar de cuajo" y a la sociedad que "ya estamos cerca, hagamos lo posible, cuidémonos mucho que ya falta poco". Salvador se despide con el convencimiento de que la pesadilla acabará pronto. Entretanto, este autónomo de 58 años, seguirá levantando la persiana de su negocio para seguir viviendo. Por los que están y por los que se han marchado antes de tiempo.
Josu Alonso
En la actualidad cubre información política aunque, con anterioridad, ha pasado por todos los departamento...