Los contagiados inocentes
La enfermedad no es una metáfora de nada, los contagiados inocentes en cuanto cumplidores escrupulosos de las normas solo demuestran que el virus no dispensa a todos los intachables ni condena a todos los descerebrados

"La línea roja" de Matías Vallés (25/01/21)
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Palma
Conforme crece el número de contagiados del coronavirus, también se multiplica el número de afectados que habían cumplido escrupulosamente con las complicadas reglas de higiene, protección y aislamiento.
Y pese a ello, han enfermado.
Se enfrentan a un doble trauma, porque los gobiernos del mundo han decidido que la pandemia es culpa de los ciudadanos, en Balears con especial intensidad.
La conclusión es que el contagiado algo habrá hecho mal, aunque el contagio se haya producido en una escena de la convivencia cotidiana.
Las autoridades se lavan las manos, algo en lo que son especialistas, y otorgan al coronavirus la categoría de juez inapelable que castiga a los incumplidores y deja exentos a los obedientes.
No hace falta ni especificar la falsedad malsana de este tinglado.
La enfermedad no es una metáfora de nada, los contagiados inocentes en cuanto cumplidores escrupulosos de las normas solo demuestran que el virus no dispensa a todos los intachables ni condena a todos los descerebrados.
El virus no sabe discernir, en eso se parece bastante a los gobernantes que, con algo de suerte, cuando acabe la pandemia habrán aprendido a distinguir entre la estadística ciega y el caso particular.




