Bucles y fobias

Palencia

Llevamos algunas semanas siendo atacados desde la pantalla del televisor por imágenes repetidas hasta la saciedad: vacunaciones, asaltos, nieve, árboles destrozados por el viento, terremotos, explosiones… todas ellas emitidas en bucle, que parece ser la moda y el nuevo capricho televisivo.

Y en unos días, esos bucles, seguramente, serán sustituidos por estampas de ríos desbordados, pueblos inundados, coches arrastrados por el agua,… y entre col y col, algún evento que se cuele por ahí, de improviso. Pero también en bucle, mucho bucle, mucha repetición.

Todos, de una u otra manera, tienen un denominador común: pueden producir miedo o cuando menos angustia e incertidumbre. Es decir, parece como si el objetivo del medio televisivo no fuese otro que producir turbación, ansiedad… pánico.

Con tal sucesión de agresiones visuales, no es extraño que alguno de nosotros aparte la mirada de la pantalla cuando se producen escenas de sanitarios clavando las agujas en la masa muscular de nuestros mayores o hurgando con los bastoncillos en la zona nasofaríngea para realizar las PCR, en busca del material genético del presunto patógeno.

Y yo me pregunto si es del todo necesaria toda esa agresión visual para acompañar la noticia, y además reiteradamente.

A veces nos olvidamos de esas personas que tienen un temor irracional y extremadamente intenso a las jeringuillas y los pinchazos: tripanofobia dicen que se llama; es decir, fobia a los pinchazos. Pero podríamos seguir con la fobia a las tormentas, a las tempestades, a las borrascas, a las Filomenas, Hortenses e Ignacios de turno.

El pánico es más contagioso que un virus y vivimos momentos de histeria colectiva. Parece como si fuese una imposición vivir aterrados. ¿Cuál será la próxima pandemia del miedo?

Ahora mismo vivimos dos epidemias superpuestas: el coronavirus y el comunicacional. Frente a la primera algunos minimizaron el carácter devastador, y se equivocaron; ante la segunda, la comunicación, los propios medios se exceden, implícita o explícitamente, hasta que el propio miedo no nos deje vivir.

Como seres humanos contamos con la facultad para anticipar el peligro y evitar ese miedo racional. Pero existen también los irracionales, las fobias, cuyas respuestas son desproporcionadas y más difíciles de evitar.

Añadamos a los inquietantes bucles y a la incertidumbre de la población las repetidas vacilaciones que transmiten algunos científicos y dirigentes políticos y tendremos que de ahí a las fobias solo hay un paso.