No es país para viejos

Las Palmas de Gran Canaria

Nuestro país ha fallado a los mayores. Desde finales de marzo varios trabajadores de las residencias de mayores de toda España denunciaba aquí en la SER el trato que recibían los residentes de estos centros. Tenían que dejar en la habitación los cuerpos sin vida de los mayores que perecieron por culpa del coronavirus. Una gestión pésima, inhumana, que sólo era el principio de un drama.

Un año después de detectar el primer caso de COVID-19 en España la cifra de mayores y discapacitados fallecidos en las residencias es sencillamente escalofriante: unas 29.800 personas. Esto supone que cada día, durante el último año, han muerto por el virus 81 personas en las residencias. 81 personas diarias. Mayores y enfermos que debían haber sido atendidos con más cuidados que nunca pero no ha sido así. Y esas son cifras estimadas porque a día de hoy no hay datos oficiales de lo que ha pasado en estos centros.

Según el diario El País, al menos uno de cada cuatro muertos que ha dejado la pandemia ha fallecido en una residencia. Obviamente esta situación nos ha superado a todos y no estábamos preparados pero la COVID-19 ha dejado patente que muchos dirigentes no han cuidado de los mayores como se merecen o que algunos jóvenes se han olvidado de que cuando no cumplen con las normas sus abuelos corren más riesgo. El virus ha demostrado que España no es un país para viejos.

Canarias no se ha librado de esta situación. Con la residencia de Santa Rita, en Puerto de la Cruz, como el gran ejemplo, investigada incluso por la Fiscalía por el brote que afectó a más de 240 personas. Afortunadamente las residencias serán en unas pocas semanas los lugares más inmunizados del país gracias a las vacunas. Ahora sólo necesitaríamos un tratamiento para que en España los que tienen canas y arrugas dejen de ser ignorados.