La pandemia genovesa

León

Mientras la pandemia avanza como una nube negra que todos los días nos deja la llaga de centenares de muertos, vuelve a los papeles el hedor de otra peste mucho más antigua: la de la corrupción.

El Juicio contra Bárcenas, un estudio de arquitectura y el PP por el pago en dinero negro de las obras en la sede nacional, no son sino el primer acto de una larga cadena de visitas al dentista togado que le esperan a los de la gaviota en los próximos meses. Y es sobre todo un nuevo revelado de una imagen largamente conocida en nuestra historia democrática.

El PP es ejemplo paradigmático de una corrupción sistémica que trincaba comisiones durante décadas a cambio de la adjudicación de contratos públicos; es decir, pagados con los impuestos de todos. Esa pasta gansa eran los esteroides de un partido dopado y la caja en la que, según parece, metían la mano con una regularidad litúrgica el mismo Bárcenas, pero también toda la cúpula de partido, desde el ignoto. M. Rajoy hasta el supernumerario Trillo, pasando por la divina Cospe o Acebes, alias el triste.

Las excusas genovesas de Pablito Casado causan sonrojo e inhabilitan a quien se vende como el nuevo regenerador. No hay tragadera capaz de ingerir tamañas ruedas de molino. Y sorprende que se arguya que el PP no trata con delincuentes, cuando, a la vista de las Gürteles, Enredaderas, Fabras, Cifuentes, González, Granados, Zaplanas y demás ralea, no ha hecho otra cosa durante décadas.

Lo que a estas alturas ya es innegable es que la pandemia deja severos daños neurológicos, sobre todo en la memoria. Sería maravilloso que ahora que la ciencia avanza que es una barbaridad se pudieran hacer cribados de honestidad y decencia. Para aislar a los asintomáticos, sobre todo.