Supervivientes
Javier Llopis, periodista

La Columa (11/02/2021) Javier Llopis, periodista
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Alcoi
Pasan plomizos los días de pandemia y a los alcoyanos se nos empieza a poner el gesto de derrota que tienen los supervivientes. Basta con darse una Vuelta a los Puentes pasadas las siete de la tarde, para que se te caiga el alma a los pies ante un paisaje oscuro y apocalíptico de bares y tiendas cerradas, por el que caminan silenciosos unos pocos peatones y por el que apenas pasa un coche. Es inevitable estremecerse cada mañana, cuando en las necrológicas de Radio Alcoy cae una interminable lista de bajas con nombres y apellidos conocidos. Resulta duro hablar con algún amigo sanitario, que nos describe sin ningún eufemismo institucional la terrible realidad que se vive en el hospital y en todos los centros de salud. En el barrio corren como la pólvora las noticias sobre el último muerto por el coronavirus y mientras, se forman corrillos de lamentaciones sobre los que flota siempre el temor invisible a ser el próximo. Hay que echarle valor para asomarse cada día a los medios de comunicación y comprobar que esta ciudad ha estado casi un mes en la cabeza de todos los rankings nacionales de la pandemia y que todavía sigue dentro de los parámetros más peligrosos.
Se llama fatiga pandémica y está compuesta por tres elementos altamente nocivos: una buena ración de miedo, una inagotable reserva de tristeza y una crisis de confianza absoluta en el futuro. Las oleadas de contagios se suceden una tras otra con algún breve periodo de descanso de falsa normalidad. El proceso de vacunaciones lejos de convertirse en un motivo para ilusionarnos ha acabado por transformarse en un desordenado guirigay. Y por si esto fuera poco, los líos entre los políticos van acentuándose conforme se prolonga en el tiempo esta crisis sanitaria, desapareciendo poco a poco hasta el último resto de la tan cacareada política de Estado y de la lealtad institucional.
Privados del calor del contacto social, amenazados por la ruina económica y suspendidos sine die todos los grandes hitos de nuestro calendario sentimental y festivo, los alcoyanos hemos empezado a andar por la vida como zombis, agarrotados por la horrible sensación de que estamos metidos en un bucle en el que cualquier avance acaba devolviéndonos al doloroso punto de partida.
Acabar con este desastre sanitario es una tarea titánica. Pero igualmente complicado será devolverle la esperanza a una sociedad exhausta, que ha visto cómo en menos de un año saltaban por los aires todas sus seguridades, mientras se desplomaba la credibilidad de un gigantesco aparato institucional que mostraba todas sus vergüenzas ante el avance de un microscópico virus.




