La Escuela de Violería de Zaragoza: una fábrica musical de alegría

Zaragoza

Desde el 2015, en las aulas del centro Arsenio Jimeno se esconde una escuela que es un pequeño y sorprendente tesoro. Alumnos venidos de todas partes aprenden el arte de la violería, o lo que es lo mismo, a fabricar instrumentos musicales, algunos de varios siglos atrás que recuerdan lo que fue Zaragoza, cuna de la innovación en la violeria en el siglo XV. Esta semana nos fuimos hasta allí para celebrar con ellos y con sus sonidos el Día Mundial de la Radio.

Uno sierra, otro afila y al fondo Rebeca toca el violoncelo. Bienvenidos a la Escuela de Violería de Zaragoza.

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"Es un taller donde se construyen instrumentos musicales, artefactos artísticos y culturales y que tienen vida propia; es una fábrica de alegría", señala Javier Martínez, el maestro violero.

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De alegría y de todos los rincones. Rogelio, mexicano, fabrica una guitarra, "con muchos pasos y mucha paciencia; estoy haciendo el fondo de madera de nogal, me gustó mucho la veta que tiene". O Tom, de Bélgica. Otro de los participantes procede de Enciso (La Rioja): "Estoy haciendo una guitarra flamenca", que no es lo mismo que una clásica porque "son otras maderas y otras medidas". Así, la guitarra flamenca "es más estrecha, tiene otro ancho de mástil, otra altura de cuerdas".

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También hay arperas, como Rebeca, y hasta antiguos conocidos jubilados que acaban seducidos por los instrumentos. "La relación con la madera te da mucha paz y mucha tranquilidad, es una cosa muy zen", relata.

Acabamos con Belén, tocando el chelo que ha hecho otro conocido, Chaime, y con una reflexión muy interesante para el Día Mundial de la Radio: "En cualquier sitio hay música, en un teléfono que suena, es como si hubiéramos esclavizado al sonido y lo hubiéramos simplificado y nos da igual que sea de este instrumento o del otro; el caso es que sea un artefacto que suena, incluso un ordenador".

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Sin embargo, "si queremos educar nuestra sensibilidad artística, debemos hacer una limpieza interior, olvidarnos de todo ese contexto ruidoso en el que estamos inmersos y desplazarnos hasta el pasado, recuperando los sonidos antiguos, que también nos ayudan a conocernos a nosotros mismos como seres humanos y recordando quiénes fuimos o la sensibilidad tan desarrollada que llegamos a tener y que lamentablemente ahora ya se está perdiendo".