Larga vida a la radio
La Firma de Javier Blanco
"Larga vida a la radio", la Firma de Javier Blanco
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Palencia
Tras la celebración del Día Mundial de la Radio el pasado sábado, hoy quiero aprovechar la Firma para resaltar los valores que envuelven y avalan el porqué de su existencia. Siempre se ha identificado la radio con la inmediatez, lo cotidiano, lo que te permite trabajar mientras escuchas, la que consuela tu insomnio, la que alivia tus tristezas, la que, llegado el caso, llama incluso a la rebeldía. Y es verdad.
Sí, la radio es información, compañía, diversión... Y además es misterio, magia, seducción. La radio como ente y como objeto físico con género femenino; como mujer hecha de cables, antenas, transistores, fusibles, micrófonos, y sobre todo voces que no vemos, pero que nos acercan rostros figurados y que modelamos a nuestro antojo.
He tenido la suerte y la satisfacción de conocer la radio desde fuera, como oyente, y también desde dentro, como profesional del medio. Como oyente hay una radio que me cautivó, que me incitó a flirtear con ella desde mi adolescencia, que me hurtó horas de sueño escuchando las emisiones de Radio Luxemburgo o explorando el éter para captar nuevos horizontes. Aquella radio del Cimbalillo, que nos informaba; de la Hora Octava, que nos despertaba, y de la Hora Bruja, que nos arropaba cada noche.
Y desde dentro descubrí que, además del entramado técnico, estaba el componente humano; los artífices de esa magia, los creadores del misterio... los responsables de la seducción. Y sobre todo aprendí la condición de ser la segunda voz, nunca la principal. El error está en identificar al comunicador con esa categoría, con la voz preferente. Porque el comunicador, el periodista, no es el protagonista, no es el sujeto-agente. "Siempre es más importante el que mete un gol que quien lo retransmite; el que escribe un libro que quien lo reseña", sostiene el maestro Gabilondo. Y no tengo más remedio que estar de acuerdo con él.
No debe ser más importante el que cuenta algo que quien lo crea, salvo que sea el mismo emisario. Así al menos lo entendí durante los 33 años que formé parte de esa radio. Pasé de disfrutar con ella a disfrutar también en ella. Y aprendí que yo era la segunda voz. La primera estaba en la Plaza de Abastos, en la Calle Mayor, en el taller, en la oficina, ante la cocina de cualquier hogar o junto a la cama del hospital.
Hoy, que Internet lo envuelve todo, la radio ha vuelto a adaptarse a los tiempos y a las tecnologías actuales, para estar más vigente que nunca a través de sus múltiples plataformas. Larga vida a la radio para la que se abren grades posibilidades.
En resumen, y parafraseando a Vázquez Montalván: "Si me extirpan la radio, me extirpan la memoria".