El Sporting gana sin despeinarse
Un gol de Babin en el primer tiro a puerta de los rojiblancos otorga una victoria fundamental en un partido paupérrimo futbolísticamente
Pocas veces el Sporting podrá hacer tanto con tan poco. Aplicando la ley del mínimo esfuerzo, dosificando y durmiendo el partido hasta darle menos ritmo que a una partida de curling amateur, el equipo gijonés logró en Albacete una victoria fundamental para consolidarse en el playoff y vaciar de contenido el discurso de los 50 puntos como objetivo. Marcó el Sporting en su primer tiro a puerta (el único en los primeros 80 minutos) y eso, aunque pobre, fue suficiente. La eficiencia llevada al extremo. De espectáculo el partido no tuvo nada, pero los aficionados rojiblancos darán por buena la tarde de bostezos viendo al equipo ganar y mantenerse entre los mejores.
El partido fue soporífero. El Sporting explotó la paciencia hasta el hartazgo. Tocaba y tocaba el equipo rojiblanco en campo propio, con constantes pases atrás o, como mucho, en paralelo. La profundidad era nula y la distancia entre líneas, abismal. No había manera de conectar con el centro del campo y, mucho menos, con los de arriba. Mariño y los centrales tenían el monopolio de la posesión: cada uno de ellos tocó más veces la pelota que todos los de arriba juntos. De ahí que el gol llegara como llegó: en una falta lateral botada por Manu García que Gragera cabeceó en el segundo palo y que Babin, abriéndose la frente, introdujo en la portería del Albacete. Una ocasión, un gol. La demostración de que este Sporting está bendecido.
La prueba de lo que había sido el partido hasta ese momento era que el mejor de los rojiblancos era Mariño, como en los viejos tiempos. El portero había brillado al desviar un remate de cabeza peligrosísimo de Zozulya, que se esfumó de la marca de un desacertado Gragera en una falta lateral para los manchegos. No sería la única intervención decisiva del portero rojiblanco, pero sí la más espectacular.
Como la tarde estaba abocada a que el Sporting ganara fácil, todo se puso más de cara nada más comenzar la segunda mitad, al quedarse con diez el Albacete. Un error clamoroso de Boyomo, que tras dejar corto un balón que parecía tener controlado se vio obligado a agarrar a un insistente Djurdjevic, hizo sonar la sintonía de Misión Imposible en las cabezas de los jugadores locales.
Y, sin embargo, emulando a Tom Cruise en las películas de la saga, el Albacete no se rindió. De hecho mejoró cuando se quedó con diez. No generó grandes ocasiones, pero tuvo más ritmo, le discutió la posesión al Sporting y Ortuño, que había entrado fresco sustituyendo a Zozulya, obligó a trabajar a Diego Mariño y mantuvo a los sportinguistas con los dientes apretados hasta el final. A esta circunstancia contribuyó el propio Sporting con su bloqueo goleador: esta vez tampoco Djuka se salvó de la quema. El serbio desperdició varias oportunidades, especialmente un mano a mano con Tomeu Nadal tras un mal despeje de Kecojevic.
Y es que en los últimos diez minutos (por fin) el Sporting empezó a irse arriba pero intentar, a la contra, rematar la faena. La entrada de Aitor García le dio algo de aire al equipo en ataque, pero todo fue fogueo. Lo apretado del marcador, más que el peligro real del cuadro manchego, llevó al sportinguismo a pedir la hora justo antes de celebrar la victoria.
El protocolo anti-COVID impide a los futbolistas ducharse después de los partidos, aunque en el Carlos Belmonte los rojiblancos no lo echaron tanto de menos como otras veces. El Sporting ganó fácil, casi sin romper a sudar y sin haber ofrecido buen juego, pero sigue a un ritmo de puntuación espectacular y metiendo presión a otros rivales a los que cabe exigirles aún más. El fin, este domingo, justificó los medios, aunque lo ideal sería llevarse a la boca algo más de fútbol. Bien está, en todo caso, lo que bien acaba.
David González
Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...