La candidatura a la Liga duró una jornada

La derrota del Sevilla frente al Barcelona es la mejor muestra del recorrido que le queda al club de Nervión para acercarse más a los grandes. En el encuentro señalado para pelear la Liga, el Sevilla ofreció su versión más encogida. Timorato, medroso y sin la más mínima intención de buscar el partido. Por contra, el Barça mostró la versión de los grandes equipos heridos. Cerró con tres centrales su mayor defecto y preparó un partido de alto nivel.

La idea de Lopetegui es que no ocurriera nada, que no se arriegara para no ofrecer espacios a Messi. Munir y el Papu no se atrevieron a hacerles cosquillas al enemigo, ni los centrocampistas ni Navas se acercaron a zonas dañinas. Con este planteamiento inicial, pero un Barcelona con más empaque que el del partido de Copa, la historia estaba cantada.

Una pérdida de balón cayó en los pies de Messi que, solo y con tiempo para pensar, asistió en profundidad a Dembelé, con metros para correr y batir a Bono. Tal fue la inoperancia del Sevilla en la primera mitad que Lopetegui hizo tres cambios al descanso.

El primer partido tuvo una circunstancia añadida. Hernández Hernández volcó la mayoría de sus decisiones hacia los que vistieron de azulgrana. Pudo, incluso, expulsar a Messi. La primera amarilla fue muy rigurosa y, en la segunda acción, miró para otro lado. Esa acción y las manos de Lenglet en el comienzo de la jugada, fueron las acciones más protestadas.

La segunda mitad, con Suso y En-Nesyri, intentó algo más, aunque también ofreció facilidades para que el Barça hubiese sentenciado. Lo hizo Messi a diez minutos del final y dejó sin posibilidades a un equipo que, hasta ese momento, tenía vida.

En definitiva, el Sevilla actual no está para competir por la Liga, ni por calidad de la plantilla ni por actitud en estos encuentros. El escalón es aún pronunciado. Y algo peor: serio aviso para la vuelta copera, a pesar de la ventaja existente.