El Sporting mantiene el fortín de El Molinón
El décimo séptimo gol de Djuka y las paradas claves de Diego Mariño permiten al equipo rojiblanco salvar un punto pese al acoso de uno de los grandes favoritos
Gijón
Sufriendo hasta el extremo, como por otro lado cabía esperar por la trayectoria del Sporting y el nivel del rival, el equipo rojiblanco sumó ante el Espanyol un valiioso punto que si bien no le permite mirar de frente al ascenso directo, sí le consolida en puestos de playoff y mantiene inexpugnable el fortín de El Molinón. Los rojiblancos se afianzan en el quinto puesto, manteniendo la equidistancia con el segundo y el séptimo: un cómodo colchón de seis puntos sobre la Ponferradina (cinco sobre el Rayo, sexto), que es la misma diferencia que separa al Sporting de un ascenso directo que, por ahora, parece un objetivo difícilmente alcanzable.
En realidad, nada de lo que pasó en el partido se cotizaba demasiado caro en las casas de apuestas. Que el Sporting no pierda en casa es ya una tradición. Que sufra para sumar va también en el ADN del equipo. Que Djurdjevic marque es una bendita costumbre: Raúl de Tomás vio desde su casa cómo la lucha por el pichichi se le complica un poco más por el potente derechazo que supuso el décimo séptimo gol del serbio, que en su tercera temporada ya ha marcado los mismos tantos que en las dos primeras. Las paradas salvadoras de Diego Mariño también son un clásico; el portero fue el mejor del Sporting en el cómputo global del partido y, especialmente, en la segunda parte. Y también se ha acostumbrado el sportinguismo a que resulte más divertido mirar la clasificación que el juego del equipo. Pero a la espera de ver mayor espectáculo futbolístico, los números y la competitividad del equipo compensan.
Incluso sin su principal estrella (Raúl de Tomás) el Espanyol se plantó en El Molinón con un equipazo, plagado de jugadores cotizadísimos. Los primeros minutos fueron de susto, porque el equipo catalán salió arrollador: ni diez segundos habían pasado desde el pitido inicial cuando un centro de Dimata se paseó por delante de la portería rojiblanca.
El Espanyol apretaba arriba y hacía mella en la habitual carencia rojiblanca para elaborar la jugada desde atrás y conectar líneas. Angustiados por esa presion asfixiante, los rojiblancos fallaban pases fáciles y apenas salían de campo propio. Manu García se veía obligado a retrasar muchos metros su posición para iniciar la jugada y, de sus botas, salían los únicos pases capaces de generar algo de fútbol en campo contrario.
Pero no era suficiente. El Espanyol transformó su dominio en un tempranero primer gol: Pedrosa, al filo del fuera de juego, le ganó la espalda a la defensa del Sporting tras un pase perfecto de Melero y su pase atrás lo transformó Embarba con un disparo ajustado al palo. Solo habían transcurrido doce minutos de partido y la tarde prometía ser complicada para el equipo local.
A raíz del gol, curiosamente, el Sporting mejoró y el partido se equilibró. El árbitro, Milla Alvéndiz, tuvo mucho trabajo. Primero se le enfadaron los locales, considerando que podía pitar penalti en una mano de Dimata en el área propia tras un disparo de Gragera. Luego fueron los espanyolistas quienes reclamaron lo mismo en el área contraria, pero el colegiado tuvo claro desde el primer momento que Gaspar había robado limpiamente la pelota a Óscar Gil.
Para entonces, el marcador ya estaba otra vez empatado. El protagonista fue el de siempre: Djurdjevic. Al serbio le sale todo. Esta vez recuperó el balón junto al banquillo, condujo hasta el borde del área y ajustó un derechazo perfecto al palo largo, ante el que nada pudo hacer la estirada de Diego López. Un golazo que celebró con rabia y que acabó dándole otro punto al Sporting.
El partido estaba igualado y, de hecho, el Sporting pudo irse con ventaja al marcador, aunque el tanto de Gaspar fue anulado por una mano clara previa del jugador rojiblanco. El árbitro no quiso pillarse los dedos y prefirió pasar por el monitor antes de tomar la decisión definitiva.
La segunda parte fue una agonía constante. El Espanyol, liderado por un Sergi Darder que jugó a lo que quiso, empezó a generar fútbol y ocasiones. Apareció entonces un imperial Diego Mariño, que primero metió una buena mano para evitar que se colara un centro-chut de Dimata que se envenenó, luego respondió a un disparo a bocajarro de Darder, que recibió solo en el área (el rechace lo enganchó Óscar Gil y se fue rozando el larguero) y completó su tarde el guardameta gallego rechazando un gran derechazo de Embarba, que buscaba el segundo.
El Sporting empezó a tener claro que el empate era el máximo botín al que podía esperar y se dedicó a defenderlo, esperando una contra milagrosa que nunca llegó. El pitido final decepcionó más a los visitantes que a un Sporting al que hay que reconocerle el mérito de competirle a un equipazo y seguir sumando.
Lo próximo, para los rojiblancos, será aprovechar la oportunidad de abrir una brecha verdaderamente importante contra la Ponferradina el próximo domingo. Aunque para eso habrá que marcar algún gol y eso no será fácil sin Djuka en el campo, ya que el serbio vio la quinta tarjeta amarilla. El Sporting deberá entregarse a Campuzano y, sobre todo, a su fortaleza defensiva para que con un solo gol, sirva.
David González
Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...