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Palencia

Rabia, vergüenza, estupor y asco. Podría añadir unos cuantos adjetivos más pero pueden añadirlos ustedes si lo desean. Eso es lo que sentí el sábado noche cuando, pensando que iba a disfrutar de una gala de entrega de los Premios Goya bastante diferente a las anteriores debido a la pandemia, me topé con los comentarios sexistas de dos impresentables, eso por llamarlos de una forma bastante educada.

Un micro abierto en un mal lugar, en el momento justo para captar frases que hablaban de las mujeres como cachos de carne, como pura mercancía tratada con el deprecio que solo puede surgir de la inexistencia de la más mínima educación.

Y si hay algo esencial en el camino es la educación. Precisamente ayer, curiosa coincidencia, se cumplían 111 años desde que las mujeres podemos ir a las universidades en las mismas condiciones que los hombres.

Lo que ahora está considerado como algo normal, no lo era hasta el 8 de marzo de 1910. Hasta ese momento, ser mujer y matricularse en una carrera universitaria era todo un hito: se necesitaba un permiso especial del Consejo de Ministros. Ahí es ná.

No voy a entrar en la polémica sobre si era o no momento de manifestarnos en la calle. Ya se han escrito ríos de tinta al respecto. Lo que no entiendo es que también aquí se hagan tratamientos diferentes, desiguales a la hora de consentir que algunos grupos salgan a la calle y otros no.

Y desde luego lo que tengo claro y es evidente es que la desigualdad es aún una realidad palpable y que es preciso seguir alzando la voz: en la calle, en las redes, en los medios, en las aulas, en los hogares, en el mundo empresarial, en el deporte...en tantos y tantos ámbitos... y por supuesto, en la política.

Llevamos un año hablando cada día de la pandemia, enfrentando cada día este virus que estamos deseando sacar de una vez por todas de nuestra vida.

Me parece importante hoy destacar y evidenciar que las mujeres han tenido un papel claramente protagonista en la respuesta a la pandemia. En el ámbito de la sanidad, por supuesto, baste decir que casi el 78 por ciento de los puestos de trabajo relacionados con la sanidad están ocupados por mujeres. Pero también en otros sectores esenciales como la limpieza y de forma fundamental en el cuidado. Y tantos y tantos otros.

Amanecí ayer mi día, mi particular día de la mujer, con algunos mensajes en mi teléfono, muchos de ellos de hombres, me quedo con uno: Os quisieron enterrar. Pero no sabían que erais semillas.

Y yo añado una reflexión de Marie Curie, certera, sin duda alguna: "nunca he creído que por ser mujer deba tener tratos especiales, de creerlo estaría reconociendo que soy inferior a los hombres y no soy inferior a ninguno de ellos".

Trato especial, no, me daría por satisfecha con la igualdad.

Por encima de todo ello les diré que me siento genial dentro de mi cuerpo de mujer, dentro de mi cerebro de mujer. Cuerpo y cerebro de mujer, cuerpo y cerebro de persona. Exactamente igual que el resto de personas: hombres y mujeres. Exactamente igual.