Es necesario no olvidar
La firma de Tomás Segura, neurólogo en el Hospital de Albacete y Profesor Titular de Neurología de la UCLM

Cadena SER

Albacete
Esta semana que ahora termina ha visto consolidarse el descenso en los terribles números de la tercera ola de la pandemia, que parece por fin estar llegando a su fin. Esperemos que determinados comportamientos inapropiados no hagan naufragar a última hora este desenlace favorable.
Muchos sanitarios nos preguntamos con asombro qué motiva a determinadas personas a transgredir todas las normas que a estas alturas de la película parecen evidentemente necesarias para protegerse a los demás y protegerse a uno mismo.
¿Se trata del pensamiento egoísta de los que sabiéndose jóvenes creen estar a salvo de toda enfermedad?
¿Es la actitud contestataria típica de la adolescencia lo que lleva a grupos de jóvenes a reunirse sin ningún tipo de precaución?
¿Son simplemente conspiranoicos descreídos, que recelan de cualquier recomendación de las autoridades?
Probablemente se trate de una mezcla de todo lo anterior, en algunos casos unida a la sensación de hastío que una situación de emergencia que se prolonga ya más de un año ha generado en una sociedad acostumbrada -sobre todo en el caso de los más jóvenes- a un tipo de vida y a un ritmo de vida muy diferente, y mucho más entretenido.
La pandemia COVID-19 dejará para la historia no solo cifras tremebundas de muertos y un gran reto para la ciencia, sino también mucho campo de trabajo para sociólogos y psicólogos. Es probable que también los comunicadores en general y desde luego nuestros políticos hayan errado el modo en el que se ha contado esta historia a la población. Hubiera sido muy didáctico enseñar el sufrimiento, y apenas se ha hecho.
No han abundado imágenes de personas con dificultad respiratoria, ni testimonios de quienes un día dejaron a su padre o a su marido en la puerta de urgencias del hospital y 10 días después recibieron un ataúd sellado al que apenas parte de la familia pudo despedir. Tampoco he escuchado a muchos supervivientes contar la soledad del tiempo pasado en una habitación en aislamiento, boca abajo en la cama, horas y horas, días y días concentrados tan solo en respirar, sin nadie con quién poder hablar, sin ninguna mano amiga que poder sujetar cuando el dolor se hacía insoportable, sin personal suficiente para asegurar tu aseo o tu mínima confortabilidad... Pareciera como si toda esta tragedia hubiera sucedido en otro lugar, en otro tiempo, a otra gente.
Merece la pena hoy recordar qué pasó aquí en Europa, en España, en Albacete, que el virus aún está entre nosotros y que aunque las vacunas y la precaución esta Semana Santa consigan evitar la cuarta ola, nadie podrá devolver la vida a nuestros muertos ni evitar el colapso sanitario para tantas y tantas patologías que se han quedado atrás, para tantas cirugías demoradas que quizá ya nunca lleguen a tiempo.
Es importante no olvidar y aprender del pasado.
Los pueblos que no son capaces de mirar hacia atrás están condenados a perder su futuro.




