Un año del estado de alarma en Alicante: "Era como vivir en una película de terror"

Alicante

14 de marzo de 2021. Hoy se cumple un año de la declaración del estado de alarma por parte del Gobierno Central como consecuencia de la expansión del coronavirus.

Un estado de alarma que obligó a toda la ciudadanía a confinarse en sus viviendas para evitar contagiarse y colapsar el sistema sanitario. Se cerraron bares, restaurantes, centros comerciales y cualquier actividad no esencial y solo se permitía salir a la calle para ir a trabajar, comprar productos básicos o a la farmacia.

A lo largo de este año, la COVID-19 ha dejado en la provincia de Alicante 144.194 personas contagiadas y 2.628 fallecimientos. Detrás de todas estas cifras, hay historias personales que te cambian la vida. Es el caso de Vicente Cutanda, quién perdió a su mujer en poco más de 40 horas sin poder despedirse de ella al estar ingresado en el hospital por haber contraído también el virus.

Él estuvo nueve dias ingresado en el Hospital Perpetuo Socorro, ocho de ellos con oxígeno. "Fue un martirio, una sensación de impotencia, el estar aislado, perder a lo que más quieres y no poder hacer nada". Todavía no sabe a ciencia cierta cómo se contagiaron aunque cree que fue en el centro de trabajo de su mujer.

Los hospitales y centros sanitarios fueron otra trinchera durante esos primeros días. Vicente Boix, médico adjunto de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital General de Alicante explica que "el viernes anterior a ese inicio del estado de alarma ya veían que iba a estallar el brote epidémico".

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Su unidad, que en esos momentos contaba con solo tres sanitarios, tuvo que hacer un llamamiento a médicos de otras áreas para ayudarles. El lunes siguiente tenían 100 voluntarios dispuestos a colocarse en la primera línea. "Si llegaba el momento de morir por la profesión, estábamos preparados", afirma Boix. El doctor recuerda que, al principio, hubo una falta de conocimiento de cómo detectar al paciente potencial que podia transmitir la infección, y por ello, se colaron muchos pacientes COVID sin diagnosticar.

El confinamiento y las diferentes restricciones que la ciudadanía ha sufrido a lo largo del año han supuesto un verdadero problema en la salud mental. Durante los primeros días, las personas activaron lo que se conoce en psicología como "cerebro primitivo". La gente entró en pánico y fruto de ello se vieron imágenes de estanterías vacías en los supermercados.

Herminia Hernáiz, coordinadora del Grupo de Psicoanálisis del Colegio de Psicología de la Comunitat Valenciana asegura que la pandemia ha provocado problemas de depresión y ansiedad ante la falta de contacto social. En lo positivo, se ha producido un cambio en el sistema de valores de las personas. La fátiga pandémica y el cansancio, explica, llevan a un efecto rebote, porque las medidas de restricción siguen estando vigentes. "Existe un miedo controlado y la gente busca vías de escape" señala.

La pandemia ha dejado también una grave crisis económica y social. Desde febrero de 2020, antes del estallido del coronavirus, y febrero de 2021, se ha producido un aumento del 27,56% en el número de trabajadores desempleados en la provincia, pasando de 150.327 a 191.767 de un año a otro. Por otro lado, del 12 de marzo de 2020 al 7 de marzo de 2021, un total de 151.951 trabajadores han sufrido un ERTE.

Organizaciones humanitarias como Cruz Roja tuvieron que multiplicarse para atender esta emergencia social a personas vulnerables, sin hogar o familias que dejaron de percibir ingresos y tuvieron que acudir, por primera vez, a solicitar alimentos. Ese volumen de atenciones se ha reducido un año después aunque la necesidad sigue existiendo, como explica Víctor Sánchez, técnico de Socorro y Emergencia de la ONG.

Un año después, toca reconocer y aplaudir la labor de todos estos profesionales sanitarios, cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, empleados de supermercados y un largo abanico de ocupaciones que ayudaron a que esta insólita situación fuera un poco más fácil.