Un año después
La Firma de Eva Calleja

"Un año después", la Firma de Eva Calleja
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Palencia
Ayer se cumplió exactamente un año desde el inicio del estado de alarma. Ayer me senté con un folio en blanco delante para hacer una lista de las cosas que he re-aprendido, las que he constatado sobre mi misma y también sobre las demás personas en estos 365 días de pandemia.
Probablemente quien más y quien menos, haya hecho un balance similar.
Vamos por partes. Cosas que he aprendido. He aprendido que el tiempo es relativo que se estira y se encoge casi como si de un chicle se tratara. Horas, minutos eternos y días que parecen un suspiro.
He aprendido, de forma general, a relativizar y a poner en su sitio lo que realmente es importante. Importante es la gente, mi gente. He aprendido a valorar a las personas en su justa medida y a no dejar pasar ni una sola oportunidad para demostrarles lo que me aportan y lo que siento por ellas. Me resulta más fácil y más urgente decir te quiero, me importas, te deseo, disculpa o me he equivocado. He aprendido a no discutir por cuestiones que no merecen la pena y a no "activar" mi mecanismo de la ofensa cuando no me aporta nada. Y les aseguro que la mayoría de las veces no aporta nada.
He descubierto sobre mi misma que soy más fuerte de lo que creía y también más frágil de lo que intuía.
Sobre los demás me he llevado gratas sorpresas y también algunas decepciones con las que no contaba. Ahora sé quién si está y con quién puedo contar y quién creía que estaba y sin embargo desapareció cuando hacía falta.
He aprendido a valorar a muchas y muchos profesionales que han estado al pie del cañón sin quejas, sin mirar el reloj, dándolo todo por todas y todos nosotros. He aprendido que aquellos trabajos que parecían pequeños pueden resultar fundamentales y que todas y todos dependemos de una legión de personas que se ocupan de hacernos la vida más fácil y de que no nos falte de nada para el día a día.
He aprendido mucho sobre la incertidumbre, sobre cómo ocupar tiempo y mente y lo largos y difíciles que pueden ser los días de encierro en los que un paseo es el mejor regalo posible.
He aprendido infinitamente sobre la importancia de los besos y los abrazos y las sonrisas ahora escondidas bajo las mascarillas. He aprendido que la piel, que el contacto con la piel es algo esencial y más aún cuando se prohíbe para cuidar a los demás pero que se echa de menos como una parte esencial de nuestro desarrollo emocional vital.
He aprendido que los libros y la música y el juego y el pensamiento y la cocina y las cosas sencillas pueden ser un gran apoyo...que la tecnología nos hace humildes y también nos hace grandes y que una ventana y una azotea o un balcón son bienes preciados, sobre todo si hace sol.
He aprendido que la calma nace en nosotros mismos y que la ansiedad es una bestia que hemos de saber domar para que no nos pueda y que nuestras emociones son una especie de montaña rusa en la que a veces es muy incómodo ir montados pero que podemos controlar solos o pidiendo ayuda si es preciso.
He aprendido que no me gusta estar sola pero que puedo estar sola y ser mi propio y mejor apoyo.
He vivido, mirado y aprendido que la vida es un bien preciado y precioso y que todo puede cambiar en tan solo un segundo.
En estos 365 días he tatuado en mi alma eso del "Carpe diem..." y hasta estoy pensando en tatuarlo en alguna parte de mi cuerpo para no olvidarlo cuando la pandemia acabe...




