"Las rutinas de mi hija han cambiado por completo, su vida social ha desaparecido"
En Hoy por Hoy Cantabria recordamos el confinamiento de los niños al cumplirse un año del primer Estado de Alarma
Los niños cántabros un año después del confinamiento (18/03/2021)
17:07
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1616075471_954499/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Santander
En Hoy por Hoy Cantabria seguimos estos días recorriendo lo que ha sido un año de pandemia por coronavirus. Cumplido un año de la declaración del primer Estado de Alarma en España, nos hemos colado en algunos hogares, para comprender cómo fue ese confinamiento. Hogares en los que pasábamos las 24 horas, confinados, haciendo de nuestras casas espacios laborales, escolares, deportivos...todo lo hacíamos dentro de casa y eso nos agobiaba, nos hacía sentirnos encerrados. Pero ¿se imaginan cómo tuvo que ser ese encierro en las familias en las que alguno de sus miembros necesita de la rutina, de los horarios para gestionar sus emociones?. Es el caso de Elisa Sierra. Su hija, de 14 años, tiene Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, además de problemas de visión y sufrir de ataques epilépticos. “Ella acudía todos los días de 9 de la mañana a 5 de la tarde al Centro de Educación Especial Fernando Arce de Torrelavega, y eso se corta. Teníamos broncas, discusiones, enfados... cambia su rutina y es necesario elaborar estrategias para canalizar su energía.
“A pesar de que teníamos jardín, no salíamos mucho porque me daba pena ver a los niños que nos miraban desde las ventanas de otros pisos de la urbanización que no podían salir, así que pasábamos la mayor parte del tiempo en casa, haciendo recortes, manualidades, también jugado a cartas o parchís... fue muy duro”. Ahora, según nos ha detallado Elisa, aunque ya ha vuelto a clase, como no mantiene relación con otros compañeros fuera del aula, necesita el apoyo de una profesora en casa. Su vida social, lamenta Elisa, ha desaparecido.
Por otra parte, hemos hablado con Tere, ella trabaja en un supermercado y al suspenderse las clases tuvo que dejar a su hijo Izan con los abuelos. Ante el riesgo de contagio, estuvo un mes sin mantener contacto con él, lo veía por la ventana. “Te lo cuento ahora y todavía se me hace un nudo en la garganta y me cuesta no llorar” nos ha relatado, mientras contenía la emoción.