El avispero
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Córdoba
A las 10.37 horas de este sábado, según el Observatorio Astronómico Nacional, dijimos fin al invierno y se producía el equinoccio de primavera. Esa estación que encarna la renovación de la naturaleza y a cuya eclosión de color y vida deberemos asistir por segundo año consecutivo dentro de las lindes de nuestro perímetro vital. Imperativos de la Covid mandan.
Aunque no esté el patio para alegrías, esos mismos imperativos nos privarán de festejar los infinitos rituales paganos y religiosos que salpican el calendario en los tres próximos meses. El primero de ellos, la Semana Santa que llegará en seis días y cuya celebración, un nuevo año, estará limitada a los muros de los templos.
En este contexto de vida constreñida, con los anhelos de vuelta a la normalidad depositados en un dificultoso proceso de vacunación, los recelos sobre la administración de la vacuna de AstraZeneca, y una crisis económica con efectos devastadores, a nuestra clase política en lugar de hincar el hombro para encontrar respuestas solo se le ocurre agitar el avispero.
De un lado, las mociones de censura en cascada y la convocatoria adelantada de elecciones en la Comunidad de Madrid con el abandono del Gobierno de Iglesias para optar a la presidencia de esta. De otro, la fuga de cargos públicos de Ciudadanos en un claro abandono de un barco que se hunde y los nada edificantes casos de transfuguismo de los últimos días. Todos estos acontecimientos desatados en mitad de una desgarradora pandemia muestran la peligrosa separación entre las preocupaciones reales de la ciudadanía y el juego de tronos político.
Una separación que es síntoma inequívoco de una precaria salud de nuestra Democracia que urge tratar.