A temblar, que llega la Semana Santa

Asturias

Nadia Calviño apuntó ayer que "la mejor política económica es acelerar la vacunación". Una sentencia que parece sólida, aunque pone en dudas las capacidades del Gobierno para hacer frente a la mayor crisis económica desde la Guerra Civil y para gestionar los miles de millones de Europa. Pero dando por buena su afirmación, lo que uno no entiende es que esta Unión Europea no sea capaz de garantizar el suministro y un plan de vacunación masivo. Lo único que está demostrando es que de Unión tiene muy poco y parece pesar más los egos de los gobernantes y la guerra de las patentes. El caso es que parece que la inmunidad soñada del 70% prevista para el verano va a retrasarse y con ello los planes de recuperación, porque los viajes parecen limitados al desmadre de los franceses en Madrid y a la llegada masiva de alemanes a Mallorca, mientras en sus países se aumentan las restricciones. Igual es que nos vamos a convertir en un balneario de infectados o en un macrolaboratorio para estudiar el virus. Las ministras Ribera y Maroto deberían explicárnoslo, pero con más claridad de lo que hacen con el recibo de la luz y la tarifa eléctrica industrial. En Asturias mañana se comenzará a vacunar de nuevo con el fármaco británico, que se amplía hasta los 65 años, al tiempo que se anuncia una mayor eficacia. No entiendo nada. Como tampoco que en nuestra región, con 225 personas ingresadas en un hospital, 81 en UCI, Barbón tenga que salir a advertir que se intensificarán los controles policiales para que el pueblo no se desmande y volvamos a liarla pardo. La voz que clama en el desierto. Llega la Semana Santa y el ganado se dispersa. Qué mal rollo me dan estos jóvenes tan atolondrados, que se manifiestan por las causas más nobles y solidarias y una gran mayoría es incapaz de guardar distancias de seguridad, ponerse la mascarilla y no juntarse a abrevar en manada al son del reguetón. Solo nos queda esperar, y rezar, para que la Semana de Pasión no llegue quince días después y tengamos que volver a meternos en casa. Entonces será la ruina, y la culpa, del maestro armero.