Nos robaron el último beso

León

Permitidme una licencia personal de airear mis sentimientos que deseo hacer extensible a todos cuantos han sufrido la pérdida de un ser querido en estos tiempos tan dolorosos.

Tal día como hoy hace un año, fallecía en una sala del Hospital Monte San Isidro de León, a la edad de 94 años y como consecuencia del Covid 19. Había ingresado ocho días antes plena de conocimiento y con los principales síntomas que traen consigo los casos más graves de este virus que aún continúa entre nosotros.

Ella era una de las primeras víctimas de una cuenta que no ha parado de crecer 12 meses después. Como en tantos otros miles de familias, las circunstancias de todos conocidas le robaron los últimos abrazos, los últimos besos y la última compañía de su familia, a la que tanto y tanto quería. Aliviaron su enorme pena el extraordinario equipo de sanitarios que diariamente, y mientras fue receptiva a ello, le transmitían los afectos de sus hijos y nietos.

Era una de tantas abuelas del León rural, nacidas en el primer tercio del pasado siglo y a las que la guerra civil y la postguerra arrebataron la capacidad adolescente de soñar. Con diez años ya debían compartir escuela y tareas laborales de la economía familiar. Y tan sólo media docena de años más, si eras una mujer, ya eran suficiente para ir a servir a casa ajena, como fue su caso.

Cuando todo este mal pase. Cuando sólo nos quede la memoria reposada de tanto dolor acumulado. Cuando dejemos de estar asustados, los que hemos visto marchar para siempre y solos a nuestros seres más queridos, sólo entonces podremos curar las heridas que deja el no poder decir adiós cuando es para siempre