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Derbi al fin y al cabo

Tenerife y Las Palmas se enfrentan con menos alicientes que en ocasiones precedentes y desde la esperanza de que sea la última vez sin público

Shashoua controla el balón en el derbi de la primera vuelta. / LaLiga

Santa Cruz de Tenerife

La ausencia de público en las gradas y la lejanía clasificatoria respecto a los puestos más codiciados convierten este sexagésimo tercero clásico canario de la historia en uno de los más insípidos y vacíos que se recuerdan. Si acaso comparable con aquel bautizado como "el del pasillo", porque Concepción vaticinó que llegarían a la última jornada ascendidos y  fue el revés: lo hicieron matemáticamente descendidos y con los dos pies en Segunda B. 

Desde entonces, que los puntos apenas tenían valor, no ha habido un clásico que importase menos. En el mejor de los casos, al Tenerife le valdría para ponerse noveno y a seis puntos del 'play off'; en el caso de Las Palmas, la distancia es un puesto y un punto mayor. Ni soñando mucho daría para aspirar a aspirar, aunque las matemáticas aún dejen resquicio para los milagros.

Ahora bien, alicientes sí que los hay. El ganador del clásico cerrará la jornada por delante del acérrimo y eterno enemigo. En el lado canarión hay un afán que viene de lejos, el de quebrar su sequía histórica en el Heliodoro, donde no vencen desde un derbi navideño que en Tenerife ni se recuerda (1-3, en la temporada 2000/01). En realidad, los clásicos de infausta impronta tienden a borrarse del imaginario colectivo. Procura hacerlo la feligresía blanquiazul con el último en Siete Palmas, el del autogol de Ortolá; o aquel sin puntos en juego que acabó con repaso y aviso al equipo entonces dirigido por Fran Fernández en el último disparo de la pretemporada (1-3).

Estos últimos dos derbis han sido los únicos sin público en las gradas (uno amistoso y el otro oficial), y en ambos triunfó la Unión Deportiva. Esta vez llega mejor el Tenerife, tanto por sensaciones como por puntos. Y con un intercambio de roles respecto al clásico de octubre, donde los blanquiazules procuraron llevar la manija y se le subieron a las barbas a Las Palmas en su propio feudo; aunque el fallo del portero Ortolá, imborrable, lo cambiase todo.

Con Ramis jugarán los locales a que no pase nada, a un duelo de pocos goles, más cerrado que nunca y donde las oportunidades tal vez escaseen. Las pocas que haya intentará convertirlas Fran Sol, llamado a ser uno de los nombres propios de este derbi por relevancia goleadora y por ascendencia sobre el grupo en un Tenerife donde se le percibe líder. Las Palmas invoca al talento de sus pistoleros Jesé, Rafa y Araújo, que aún no han tenido su gran noche y aspiran a que sea la de este domingo.

Es equivocado decir de antemano que este derbi no tendrá consecuencias. A Ramis puede valerle para acercarse a la renovación; y para Mel, para aproximarse a aquellos que niegan sus méritos. Para el que gane, evidentemente quedará grapado este clásico a la galería de grandes proezas propias; y el que pierda, procurará olvidar cuanto antes con la excusa de que hay partido otra vez el miércoles (para Las Palmas, el jueves). Aún así, hay motivos de sobra para alimentar la opción del empate, que por cierto no valdría a ninguno para esa quimera llamada promoción; pero sí dejaría el combate desierto. Desde luego no sería el mejor epílogo para la larga lista de derbis de Carlos Ruiz, Dani Hernández y Suso, que posiblemente estén ante el cierre de sus idilios con estos Tenerife-Las Palmas de los que tantas veces se sintieron protagonistas. Tan importantes son para estos duelos, que el foco lleva puesto sobre ellos desde que Ramis reservó a alguno de ellos desde la semana pasada, lo mismo que Aitor, al que le falta solo un derbi propio -que lleve su nombre y apellidos, como ya lo tienen Marioni, Alfaro o Nino- para consagrarse entre los héroes que nunca se olvidan. Y eso justo busca este partido, que nadie lo olvide en cuanto pasen las dos horas de fútbol y se active la cuenta atrás para el próximo, que ese sí ya sabemos por qué será especial. Será el de la vuelta del público. Un derbi con alma y  no huérfano de la emoción, la pasión y toda la apoteosis de colores que le falta a éste. Tanto es así que nadie se ha atrevido en hablar esta vez "de la gran fiesta del fútbol canario", porque no lo es. Aunque sea derbi, al fin y al cabo.

 
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