Olas y colas
Olas y colas. Firma de opinión de Carlos Miraz
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Córdoba
Olas y colas
Una de las imágenes más prodigadas durante la pasada Semana Santa en nuestra capital han sido sin duda las colas formadas tanto para visitar los templos como para acceder a la decena de patios que se afanaron en recuperar añejas tradiciones de altares e imágenes envueltas en los primeros brotes primaverales. Unas y otras fugaces como las circunstancias que las han propiciado. Pero hay un tercer tipo que ha comenzado a florecer en estos tránsitos estacionales y que aspira no solo a quedarse sino también a dar fruto. Mas o menos fluidas, más o menos pobladas, con mayor o menor frecuencia en función de dosis y personas, las colas para vacunarse contra la Covid quieren que el mes de abril marque un punto de inflexión en la salud los cordobeses, ya que, como era de prever, la incidencia de contagios vuelve a crecer por aquello de que siempre que pasa igual sucede lo mismo. Esperemos que el incipiente oleaje amaine y que nunca alcance el grado diez de la escala de Douglas que parece ni pintiparado para la cosa pandémica. Se llama mar confusa y corresponde a olas de más de diez metros. Mejor no sumarlo a otros dos recientes añadidos al prolífico vocabulario coronavírico, a saber: el de cola etaria rescatando el aetas –edad- latino y el de vacunódromo que tiene parte de griego y mucho de retranca popular.
Independientemente de lo que nos aseguren las leyes de Murphy, las colas son un instrumento ampliamente estudiado por los matemáticos a la hora de solucionar eficazmente los problemas que se producen cuando confluye en un servicio una demanda plural y generalmente elevada. Baste pensar en la caja del supermercado. Y la variable mas desazonadora para los usuarios suele ser la espera. O la lentitud. Que es lo mismo dicho de otra manera. Así que la constatación de que el proceso de inmunización parece acelerarse ha venido a levantar los fatigados ánimos pandémicos. Y a convertir la cola vacunal en preciado objeto del deseo. Hasta hay quien ha recuperado aquella emblemática camiseta de la Expo 92 que rezaba “Hola, estamos en la cola”. Las olas mejor que queden definitivamente para las playas y los veranos