Adiós, Ignacio

Jerez de la Frontera

Yo quiero mucho a los Cosano, mucho; un cariño disfrazado de odio africano que no todos comprenden, y que se extiende a sus primos y hasta a sus cuñados. Todo en ellos es generoso, desmedido y voraz, compensado-a Dios gracias- por la mesura, inteligencia y discreción de las mujeres de la familia.

Ignacio, que nos acaba de dejar un poco más solos, personificaba como ninguno esa voracidad, esa generosidad que es emblema de la casa. Ignacio y yo, que nos veíamos de higos a brevas, disfrutábamos de ese aprecio mutuo que se tienen los hombres de bien, y me duele mucho que se haya ido ahora que podía devolverle algunas de esos cientos de copas que me ha pagado a lo largo de los años.

No sé cómo voy, vamos, a pasar de nuevo por su reino de este mundo (Carmelo, Pepe Valdespino, Juanito de La Tasca), como vamos a cubrir ese espacio invisible e imposible del Cosaco.

O quizás sí, y un día-que no será hoy ni mañana- nos reunamos, Alvarito, Juan Pedro, a recordar su alegría y comentar cuántas veces le dijisteis que se cuidara.

Cuida tú, Ignacio, ahora de nosotros.