Demasiados inconscientes
La Firma de Guillermo Granja
"Demasiados inconscientes", la Firma de Guillermo Granja
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Palencia
Creo que existen en Palencia muchos inconscientes, por no llamarles de otra manera, ya que no soy capaz de encontrar otra explicación para justificar la pregunta de ¿cómo es posible que, desde septiembre, estemos ininterrumpidamente entre las provincias de la comunidad que lideran el ranking de infectados por la COVID?
En este espacio de tiempo no ha habido ninguna provincia o ciudad que haya permanecido tanto tiempo con las medidas más restrictivas que se han establecido en Castilla y León. Es más, salvo una parte del mes de marzo, hemos tenido los peores datos autonómicos e incluso nacionales.
Después del cribado masivo de finales de enero, parecía que por fin se ponía freno a la extensión de la enfermedad y nos acercábamos, lentamente, a unas cifras aceptables. Pero justo en ese momento, aparecieron dos brotes causados por una barbacoa y una fiesta que han dado al traste con esas expectativas.
Estoy harto de ver todos los días imágenes de personas realizando actividades prohibidas sin ningún rubor. Algunos dirán que es el cansancio psicológico que tiene la sociedad, como si eso fuese una excusa. Lo que no se dan cuenta es que todos estamos pasando por lo mismo, pero existen situaciones que son sangrantes. Por ejemplo nuestros mayores o las personas que padecen patologías graves, que siguen manteniendo, por lo general, un cuidado extremo de las medidas preventivas. Qué decir del sector de la hostelería, que ve, por enésima vez, cómo se cierran los interiores de sus establecimientos, haciendo prácticamente imposible su supervivencia.
Por eso me molesta tanto ver a la gente incumpliendo las normas. Por ejemplo, es muy frecuente ver a bastantes personas que llevan la mascarilla por debajo de la nariz e, incluso, por debajo de la barbilla, para ajustársela velozmente en caso de ver a un policía. Además, se encaran contigo si les dices que cumplan con lo establecido.
Me irrita mucho ir al cine, en el que está prohibido comer o beber y en el que siempre hay que mantener la mascarilla puesta, y ver como hay individuos insolidarios que se la quitan o se ponen a beber y a comer en el momento que se apagan las luces de sala.
También me crispa sobremanera la gente que está en los interiores de los bares o en las terrazas y se quitan la mascarilla de forma permanente, cuando, desde el mes de julio, sólo se puede hacer en los actos justo de comer o beber.
Lo curioso es que la policía se ha dado cuenta de ello desde que se publicó la semana pasada en el BOE una normativa sobre medidas para frenar la pandemia y ahora, por fin, se dedica a señalar a las personas para que cumplan la normativa.
Pero también, lo que he observado, en este tiempo, es que una mayoría sí que cumple con este precepto, sin embargo hay más de uno que se la pone cuando ve un uniforme y se la quita inmediatamente después de que haya pasado. Debe ser que el riego sanguíneo de su cerebro no les da para más.