Paloma Salas, 40 años como publicitaria: "Formalidad, mi padre me enseñó que la palabra dada era un contrato"

Ciudad Real

Paloma Salas de profesión publicitaria. Una mujer que en la década de los 70 decidió seguir la senda que marcó su padre  en la empresa familiar "Publicidad Salas" todo un referente en la provincia para el empresariado, no solo en la capital, también en Manzanares, Alcázar de San Juan o Puertollano. Empresa pionera que ha permanecido activa 72 años al servicio de  la provincia de Ciudad Real, hasta que su jubilación hace unos meses.

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Con apenas 22 años, se incorporó junto a él en la céntrica calle Paloma, "también me gustaba pintar y dibujar aunque después me dediqué más a la gestión empresarial que me ha permitido ayudar a sacar adelante muchos proyectos".  La admiración por la labor que realizaba su padre le llevó a estudiar la rama de Publicidad en el año que se inauguró la Facultad de Ciencias de la Información en Madrid. Era un mundo de hombres y tuvo que empezar a vestir lo más formal posible para ganarse la confianza en los despachos, en su mayoría de gente de avanzada edad.

El cabeza de familia había llegado en 1941 hasta Ciudad Real procedente de Canarias, como funcionario público y no dudó en dejar su puesto para dedicarse al mundo de la publicidad gracias a su pasión por comunicar mediante los dibujos a plumilla, destreza acompañada por su tesón y creatividad, que le llevaron al éxito profesional.

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"El chocolate espeso y el café, Barrenengoa", " el precio se olvida, la calidad perdura, Joyerías Macarfe" o "Para Bolsos, Loto, Postas 1 "... son anuncios que han quedado en la memoria de la ciudadanía, asegura con orgullo.

En la época dominaban los anuncios por palabras en prensa y sobre todo en la radio también en los cines de la provincia, antes de la película.

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Publicidad en prensa, radio, cine, vallas, obras y luminosos 

Pero el abanico de servicios fue muy variado; esquelas de defunción, luminosos en la señales de tráfico, la exclusividad den los autobuses urbanos e incluso en las vallas de protección de las esquinas, como en la sede principal de Globalcaja, el edificio del reloj. En el caso de los autobuses, era algo especial, porque el mensaje se veía por toda la ciudad. Había lista de espera; "era un soporte muy vistoso y agradecido".

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Anuncios de Pegamento Imedio, consejos de limpieza en la época de la Sección Femenina y los estrenos del Cine Castillo eran algunas de sus encomiendas. Debía ponerse al frente de su máquina Olivetti para elaborar los textos de aquellos films y llevarlos, apresuradamente, para promocionarlos en radio, a viva voz  en las emisoras de la época, entonces Radio Ciudad Real. Nos cuenta que conserva cientos de "aquellas hojas publicitarias". Muchas de ellas, junto con un gran material gráfico las ha donado al Centro de Estudios de Castilla La Mancha de la UCLM y ahora está trabajando en digitalizar muchas de las cuñas de la época, pasándolas a mp3.

"La publicidad es muy necesaria también en tiempos de crisis"

La imaginación les llevó a fijar mensajes hasta en las vallas de obras; recuerda por ejemplo, la construcción del nuevo edificio en la zona que ocuparon los míticos "Almacenes de los Reyes", - en plena plaza de Cervantes- uno de sus más fieles clientes, con el que trabajaron hasta el final pero también para otras marcas relevantes, como Pegamento Imedio. En tiempo de rebajas había avalancha: en un día había que idear cuatro textos distintos para tiendas de muebles, empeñadas entonces en dar a conocer el amplio espacio con el que contaban. También el boom de las promociones inmobiliarias en la provincia tuvo su reflejo publicitario. Conserva el material gráfico de cientos de promociones de viviendas incluso fuera de rondas de la capital.

Todavía recuerda su primer anuncio en la Facultad, sobre empresas de seguridad y tiene claro que la publicidad, aunque muchas veces esté denostada, es muy necesaria, también en tiempos de crisis. Señala que "la publicidad es el mejor comercial, no tienes que pagar Seguridad Social, ni darle vacaciones y la controlas a la perfección".

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Salas no olvida muchas de las enseñanzas de su maestro, su padre, que no dejaba de repetir como una máxima: la palabra dada era suficiente para considerarla como un contrato de publicidad. Aunque no lo crean, afirma con rotundidad, que cerraron pocos contratos por escrito.  ¿Cuál fue el secreto? la respuesta no se ha hecho esperar: ¡nuestra formalidad!