Un día de playa
Comentario inicial de David Perdomo, en 'Hoy por Hoy Las Palmas'.

Las Palmas de Gran Canaria
A la espera de que llegue una nube volcánica con dióxido de azufre del Caribe, estos días Canarias está demostrando por qué le llaman 'las Islas Afortunadas'. Con un tiempo prácticamente perfecto que ha hecho que muchos, este fin de semana, se hayan acercado hasta la playa.
Por ejemplo, a la playa de Las Canteras. Donde hemos visto cosas típicas de un día de playa. Niños y niñas haciendo castillos de arena, padres y madres embadurnándoles de crema como si fueran a alicatarles, señores y señoras con sus bocadillos y su cervecita y algunos también jugando a la pelota. Dando toques con sus pies en la orilla. Y uno de esos momentos, cotidianos y normales se convirtió en extraordinario.
La imagen la grabó Eva, una mujer que estaba pasando un típico día de playa, cuando captó con su móvil a dos jóvenes migrantes a los les llegó la pelota con la que jugaban otros dos jóvenes canarios. Como es normal, aunque a algunos les duela, los 4 chicos comenzaron a jugar entre ellos, a divertirse y a conocerse. Y aunque debería ser lo normal, a Eva, como a cualquier de nosotros, le pareció algo extraordinario y bello. Un momento cualquiera de Las Canteras que, aunque sea bello, en realidad, es tristemente extraordinario. Y es triste porque no nos debería sorprender que cuatro jóvenes de distinto color de piel, procedencia y vivencias jueguen juntos en la playa.
Pero nos sorprende. Porque para algunos, que hacen mucho ruido con su odio, lo que grabó Eva es un imposible. Esos mismos que les hubieran dicho a los jóvenes canarios que los migrantes les iban a robar la pelota, pegar una enfermedad, quitarles el trabajo o cualquier otra barbaridad. Que no se merecen estar en la playa, porque si emigran es porque lo pasan mal y no se merecen estar ahí. Pero no fue así, lo único que hicieron fue pasarse unos a otros el balón en un día cualquiera de Las Canteras. La anécdota se ha hecho viral en internet porque los 4 chicos han demostrado que al final todos, sin importar nuestro color de piel ni cuanta crema necesitemos, somos de la misma especie. Esos animales que nos divertimos haciendo castillos de arena, que nos tranquilizamos al bañar de arriba a abajo de protector solar a nuestros hijos y que disfrutamos de un buen bocadillo y una cervecita de domingo. Y muchos, la gran mayoría, también les gusta pasarse el balón con otras personas dándole, sin saberlo, patadas al racismo y al odio.




