Ocio y cultura

González: "Un concierto es una de las pocas formas de comprar sentimientos y revivir momentos"

La joven arandina María González López nos cuenta cómo fue su regreso a un concierto, en este caso para disfrutar de la banda La M.O.D.A

DIARIO DE UNA ADOLESCENTE #13

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Aranda de Duero

En ocasiones, el silencio que se mece entre canción y canción en un concierto es el vaivén perfecto para remover hasta disolver la amargura de este presente.

Redescubrí dicho sentimiento al volver a rasgar esa magia desde el asiento de un teatro el pasado sábado.

El patio de butacas parecía un tablero de ajedrez de filas tachadas por las medidas, donde el público éramos los peones armados contra la batalla que suponía reencontrarse en los versos de una canción.

A pesar de ello, bajo la piel continuaban revoloteando mis nervios, como la primera vez, queriendo navegar en mis venas hasta bailar con las emociones el ritmo que marcaba mi pulso desbocado.

Las luces se apagaron en un fogonazo por iluminar el borratajo de oscuridad que esculpió el miedo sobre la memoria con los puñetazos de la incertidumbre. A cambio, constelaciones de focos pintaron a brochetazo limpio un momento nuevo exento de relojes.

Los siete hombres uniformados con el traje de la humildad, una camisa de abanderado y pantalones negros, traían encallados en sus manos un pedacito de la vida completa, los acordes de sus canciones y la felicidad reducida a un puñado de estrofas en sus bocas.

Había olvidado como el corazón se acompasaba con el bombo de la batería, las melodías se mezclaban con las palmas del público jugando ser parte de ellas o se podía sonreír durante toda una hora. Como era sentir hasta dejarse la emoción.

Volvimos a ser Héroes del sábado salvando la sociedad de si misma en aquel himno, revolvimos la inmensidad hasta llegar a 1932 y surfeamos todas las olas a la vuelta de comprobar que seguimos teniendo un fuego dentro que incendia la oscuridad.

Los conciertos también han sido carroña de esta normalidad que devoró a la vida que conocíamos, no obstante, mientras suceden todo parece intacto y nosotros volvemos a ser los mismos con la sonrisa tapada pero con el corazón entero.

Son medicina moderna con la que tapiar el vacío de todo lo que ha cambiado en un año en himnos que pusieron, ponen y pondrán la banda sonora a nuestros días.

Un concierto es, a fin de cuentas, una de las pocas formas de comprar sentimientos y revivir momentos que ha inventado este mercado.

 
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