'Y la medalla de algarroba es para...', por Pepe Belmonte

Murcia

Al político, al sanitario, al administrativo, al dirigente o a quien quiera que haya tenido la lúcida y genial idea de enviar a los septuagenarios a vacunarse al estadio de Nueva Condomina un día desapacible, frío y lluvioso, un verdadero día de perros, como para no moverse de casa, alguien, con mucha autoridad, desde las más altas instancias, con pompa y circunstancia, con todos los honores (banda de música incluida) debería imponerle, ante un millón de cámaras, la medalla de algarroba, esa oscura y rugosa vaina, de aspecto tosco y sabor un tanto dulzón, que formaba parte de la dieta habitual de los burros en mi pueblo.

Imagino que el lumbreras de turno que, a buen seguro, se ha doctorado en Harvard y tiene una media docena de másteres de las más prestigiosas universidades de todo el mundo, habrá planificado sesudamente, a fondo, su brillante actuación rodeado, eso sí, por una docena de asesores y un coro de palmeros.

Intentaban, al parecer, que todos estos sufridos ciudadanos, de una edad ya provecta, regresaran a casa con una pulmonía fulminante ya en puertas y con el aviso, para tranquilidad de todos, de que si alguien, de golpe, la palmaba, que todo podría ser, entre Nueva Condomina y la Ciudad de Murcia, se encuentra, acogedor, cómodo y amplio desde siempre, el Cementerio de Nuestro Padre Jesús, que, solidario y gentil, acoge a todo el mundo con sus brazos abiertos, sin distinguir a ricos de pobres.

Mientras tanto, ese mismo día y a esas mismas horas, algunos de los pabellones municipales se hallaban disponibles, así como los centros de salud y los centros de día y, si me apuran, las diversas dependencias de los colegios, de los institutos y de la propia Universidad de Murcia en su Campus de la Merced.

El caso era añadir más miedo al miedo, incrementar, aún más si cabe, la incomodidad y que nuestros abuelos que hace un siglo que no salían a la calle por miedo al virus, se exhibieran públicamente, como señoritas de pasarela.

Parecía mismamente, una vez en las dependencias del estadio Nueva Condomina, que estos pacientes y simpáticos abueletes fueran a ser presentados en rueda de prensa como nuevos fichajes estrella de Real Murcia.

Unas estrellas rutilantes, que, con su trabajo y su empeño, nos han regalado una buena parte de su vida, y que alguien, con muy mala uva y perversa intención, estaba dispuesto a que desaparecieran del firmamento de un “vacunazo”.

Pepe Belmonte