Otra vez, la náusea

León

Ayer, otra vez, la mano homicida de un varón despechado segó la vida de una mujer. Se llamaba Paula y tenía 36 años.

Y de nuevo se revuelven las entrañas con esta peste infinita que es la violencia contra las mujeres. Esta vez más porque el crimen se produce en nuestro perímetro vital y porque nos recuerda que el monstruo es universal y habita también entre nosotros.

No es posible explicar la naturaleza de esta plaga sin comprender las raíces profundas de la cultura machista en la que vivimos, una hidra que se muestra por igual en nuestro mercado laboral, en nuestras relaciones afectivas o en el discurso político de algunos que alimenta esta miseria negando la realidad o travistiéndola en debates semánticos que invitan a la náusea.

El goteo cotidiano de mujeres asesinadas se oculta entre la resignación general, que acepta esta ruina como quien asume el viento o la lluvia, y la manipulación informativa que la minimiza ante las ruinas cotidianas .

Nos hieren la pandemia, el abandono de nuestros pueblos o la miseria que acecha a nuestros jóvenes, pero uno no alcanza a vislumbrar una tragedia mayor que esta, que está ahí desde el Génesis y amenaza con perpetuarse.

Si no tomamos conciencia del tamaño de este drama, no seremos capaces de acabar con él, y condenaremos a nuestra sociedad a vivir en un fango de mentiras y violencia eternamente. Y ese es un precio que no nos podemos permitir.