Sueños de madrugada

Córdoba

 De noche todos los gatos son pardos. Y de madrugada toda fantasía es posible. Me despierto temprano, y empiezo a elucubrar. La mañana es un árbol repleto de manzanas. Me sentaré a escribir. Como a los treinta años, cuando cada poema o cada página era un tesoro a descubrir. Me aseo y enfilo mi sueño. Pero hay que regar las macetas, que no les cayó la lluvia de la tormenta. Le pongo abono líquido a la orquídea que no crece, le corto las hojas amarillas al poto, pulverizo las hojas del anturio y vacío los contenedores para no encharcar las raíces.

Limpio la mesa salpicada de la terraza y pongo a escurrir la alfombrilla. Recojo las gotas del salón. Voy a la cocina y corto las flores mustias del ramo de margaritas que recogí del campo, menos mal que están abriendo los capullos, el ramo sigue siendo hermoso. ¡Pero cuánto beben estas flores! Le añado dos dedos de agua al jarrón. Limpio la encimera llena de polen, un polvillo minúsculo de color amarillo. Es un comodín para todo, no sé cómo podía pasar antes sin papel de cocina o servilletas usadas.

Me lavo otra vez las manos. Será mejor desayunar antes de sentarme al trabajo. Es sano comer fruta en ayunas. Naranjillas enanas, un kiwi, tres fresas, medio plátano, una rodaja de papaya… Y las vitaminas, la cápsula que me dura tres días, la cúrcuma, dos gotas de vitamina D, el colágeno con magnesio…

Recojo, y son casi las once. Hay que salir a caminar y organizar el almuerzo. A mediodía para nada mola ponerse a escribir. Mañana me levantaré temprano.