Juego democrático y democracia
La Firma de Javier Blanco
"Juego democrático y democracia", la Firma de Javier Blanco
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Palencia
La campaña electoral en Madrid ha venido a refrendar la existencia de un nuevo escenario lleno de confusión y desencuentros, falta de educación, de respeto y confrontación constante. Un desconcierto propiciado por un amasijo de mentiras, insultos, provocaciones y odio; sí, odio orquestado a sabiendas desde posiciones de extrema derecha.
Ya se sabe aquello de que una mentira repetida muchas veces acaba admitiéndose como verdad. Pues bien, son "verdades" que a poco que uno se ponga a rascar terminan cayéndose por su propio peso. Y rascar significa, en este caso, contrastar y confirmar los hechos para desenmascarar estas actitudes perversas. No señores, no, no todo vale en campaña. O no debe servir. Aquello que se obtiene bajo falsedad debería estar castigado y conllevar inhabilitación.
Quiero hacer hoy referencia a un excelente trabajo llevado a cabo hace tiempo por Alicia García Ruiz, profesora de Filosofía en la Universidad Carlos III, sobre el juego democrático frente a la democracia. El motivo lo propicia, precisamente, la deriva tomada por la campaña electoral madrileña que está siendo intolerable.
Apunta García Ruiz la necesidad de trazar una línea que nos permita identificar el juego democrático frente a la democracia. Y añade: "Los personajes acostumbrados a mandar, vinculados a grupos oligárquicos, en el fondo saben perfectamente que necesitan de mucha gente para hacerse con el poder. A través de sus objetivos particulares, su fin no es otro que conseguir un consenso, un cheque en blanco para poner orden, y contrarrestar una supuesta traición por las promesas incumplidas de la democracia liberal. Claro está que es la interpretación de un orden que a ellos les interesa".
Durante los días que llevamos de campaña en Madrid, mejor dicho de "anti-campaña", hemos comprobado como Vox ha elegido la estrategia de la confrontación y la doctrina del miedo, arrogándose la representación del malestar de unas mayorías; un descontento instigado previamente mediante la confusión y la mentira.
Pues bien, ante estas muestras de intransigencia, bueno será recordar "la paradoja de la intolerancia" de Popper que plantea el peligro de que una excesiva tolerancia con quienes no la respetan, puede amenazar la supervivencia de sociedades basadas en ella. En suma, Popper reclama en nombre de la estabilidad de las mismas y de la democracia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Debemos reflexionar sobre la fragilidad de la democracia, siempre en riesgo de ser intervenida bajo procedimientos aparentemente democráticos. Unos métodos que se sirven, precisamente, del juego democrático para menoscabarla y destruirla.