Cine e Historia
La firma de Manuel Ortiz Heras, Catedrático de Historia Contemporánea

Cadena SER

Albacete
El cine es uno de los elementos más representativos de la contemporaneidad. En él vemos resumirse muchas de las características de nuestro tiempo y puede convertirse, con un esfuerzo mínimo, en fórmula de aproximación a multitud de situaciones de nuestro entorno. Casi todos los ciudadanos, y en especial los más jóvenes, están acostumbrados a servirse de los medios audiovisuales para informarse y moldear sus ideas y opiniones, por lo que su utilización como recursos didácticos y formativos es indiscutible. Desde luego, las imágenes cinematográficas se toman cada vez más en serio como fuentes para la Historia.
Todos somos capaces de recordar películas que nos han marcado, que nos han servido para conocer y aprehender acontecimientos grabados en la memoria. De hecho, muchas personas han formado una opinión y poseen una información de acontecimientos pasados por el cine. Hablamos de una cultura visual e incluso de un instrumento con el que crear identidades colectivas. Todo esto viene a cuento de una película que se está proyectando en nuestros cines, El olvido que seremos, de Fernando Trueba. Cuenta la historia de un líder social, médico vocacional y activista comprometido de una nación tan compleja como es la Colombia actual. Está basada en la novela homónima de Hector Abad Faciolince, que recrea la historia de su idolatrado padre. Más allá de su calidad cinematográfica, que no me atrevo a juzgar, sí me aventuro a reseñarla y recomendarla aquí porque nos ayuda de manera muy asequible y placentera a acercarnos a un mundo que no es tan lejano. El escenario es perfectamente extrapolable a tantas y tantas sociedades marcadas por la desigualdad, la violencia y la extrema tensión de unas instituciones impotentes ante terribles poderes fácticos -Iglesia, Ejército, Multinacionales, partidos políticos, etcétera-.
En este caso, la realidad y la ficción coinciden y reflejan una sociedad en la que la justicia social parece una quimera y el precio de la vida no cotiza con el mismo valor que, por ejemplo, en España. Las películas son ante todo un reflejo de la sociedad que las ha realizado. El cine puede influir en el devenir histórico. Las películas reflejan las preocupaciones sociales y políticas de la época en que se realizan, pero la comprensión última del film requiere un conocimiento histórico del período tratado.
Colombia ha estallado después de un año de movilizaciones pacíficas y protestas transversales con una elevada participación. La gota que ha colmado el vaso ha sido una reforma tributaria que perpetuaría el empobrecimiento de la mayor parte del país. La respuesta oficial, con la excusa de garantizar las protestas pacíficas, ha sido desproporcionada y los movimientos sociales solicitan la desmilitarización de las calles.
El cine es portavoz de las corrientes de pensamiento de su época. Películas como ésta se convierten en referencia obligada para el estudio de nuestro mundo, contribuyendo a su comprensión y concienciación.




