Manos arriba

León

Rosina vive sola en un pueblo de la montaña legionaria. Son cinco casas abiertas y doce vecinos en invierno. Sus dos hijos viven en Madrid y en Oviedo. Tiene 84 años. Lee y escribe con dificultad y no entiende ni bien ni mal que es eso de internet.

Una vez al mes, Rosina bajaba a la cabecera de la comarca para hacer compras y pasar por el banco, a cobrar la pensión y poco más. La llevaba a veces un vecino y otras pagaba un taxi que le costaba 40 euros. Cobra 600 de Pensión.

Cuando estaba malita, algún vecino samaritano le hacía el favor de sacarle el dinero de un cajero que está a 40 kilómetros . Alguna vez bajó con el panadero que es el único que sigue apareciendo por el pueblo con una puntualidad que invita a pensar en reconocerlo como servicio público indispensable.

En unos días, esa sucursal bancaria, la única que queda en 50 km a la redonda, cerrará sus puertas para siempre. No dejarán ni el cajero. Su banco amigo le cobra 120 euros al año por mantenimiento.

Esta escena se repite desde hace años en el páramo de la España vaciada. Y sigue. Los bancos que cierran tienen beneficios multimillonarios y se han quedado a precio de saldo con las cajas que recatamos con dinero público. Más de 70000 millones que nunca volverán a las arcas comunes.

Ayer mismo, PP y PSOE se engancharon en el Congreso al hilo de este drama. Se dijeron las memeces de costumbre, midiendo culpas y exhibiendo su incompetencia , con un descaro que insulta a la ciudadanía doliente.

¿Sería mucho pedir que nuestros mandarines dejaran sus miserias para ocuparse de lo que realmente importa? ¿que utilizaran la ley para proteger a los más débiles y cortar las manos a los ladrones que nos sangran sin descanso? Pónganse a trabajar, por Dios. Que les llega la jubilación y les pilla sin dar palo al agua en toda una vida.