Sociedad

Las otras víctimas del Padre Báez, el cura que justificó los asesinatos de las niñas Anna y Olivia

Repaso a la carrera de Fernado Báez como personaje polémico ante la ausencia de reacción por sus actos

Desde las 21 horas que pasó junto al cadáver de una niña mientras decía a los otros niños que estaba dormida hasta los dos bofetones a otro menor, "el primero una caricia, el segundo para que lo sintiera"

CDU - CADENA SER

Las Palmas de Gran Canaria

El polémico padre Báez, que culpó de los asesinatos de las niñas de Tenerife a la "infidelidad" de la madre, lleva aparejado el adjetivo a su apellido prácticamente desde que iniciara su andadura profesional, social o vocacional hace más de 30 años.

Al antiguo maestro yogui y gurú esotérico, luego cura, se le conoce por sus vídeos en las redes destrozando plantas autóctonas, allanando espacios protegidos o  por sus insultos, palabras gruesas y amenazas, como aquel artículo de opinión en el que invitaba a pegarle un tiro al presidente del Cabildo de Gran Canaria por  autorizar la eliminación de cabras asilvestradas de los espacios naturales.

O por sus apariciones en radios y en canales digitales, a cada cual más histriónica. La última, la que justifica el asesinato de las pequeñas Anna y Olivia a manos de su padre y carga las culpas sobre la madre, de quien llega a decir que "recoge lo que sembró".

Pero el famoso padre Báez ya era polémico desde hace años y es bien conocido en Canarias. Cuenta además con un reconocimiento y apoyo social mayor del que se le supone, sobre todo en entornos rurales y en los barrios donde lleva años relacionado con organizaciones sociales y familias socialmente deprimidas.

Ya era conocido cuando el 6 de agosto de 1990, hace ahora 31 años, organizó una caminata al barranco perdido de Guguy con cerca de cuarenta menores que terminó con la muerte de la joven Yazmina Santana Alonso, de tan solo 17 años, que se le murió asfixiada bajo el sol en medio del camino. "Una joven muerta y 35 evacuados, final dramático de una excursión a Güi-güi" era el título del diario La Provincia.

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Una caminata en plena ola de calor extremo, en verano, a mediodía, sin formación en montañismo, sin prevención de riesgos, sin botiquín de primeros auxilios, casi sin agua; lo que provocó una peligrosa y evidente deshidratación a buena parte del grupo y finalmente la muerte de esta joven del barrio de El Lasso. Veintiún horas estuvo Fernando Báez junto al cadáver de la niña, mientras decía a los otros niños que la chica estaba durmiendo.

El médico que atendió a los supervivientes de aquella excursión llegó a afirmar que si bien él no podía afirmar que fue un homicidio por imprudencia, la del párroco fue sin duda "una sorprendente ingenuidad". Como colofón, el cura escribió un sentido artículo de opinión en el que narra con detalles escabrosos sus 21 horas con el cadáver y en el que en ningún momento hay atisbo de asumir responsabilidades o pedir perdón a la familia. Antes bien, en una entrevista posterior señaló que "si esta chica (Yazmina, la joven fallecida) no me avisó de lo que le ocurría, el problema no es mío ¿comprende?".  Para el padre Báez, la culpa siempre es de la víctima.

La familia de la niña solicitó que Báez no fuese quien oficiara el funeral de la chica, pero no se le hizo caso. También, que se abriese una investigación por si existían resposabilidades penales, pero no se produjo. Después de todo, era un sacerdote.

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Tampoco entonces el obispado lo apartó de sus funciones.

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Para Fernando Báez, el 'padre Báez', el suceso significó el comienzo de una exitosa carrera como personaje público con entrevistas, apariciones en televisiones locales, programas de radio y, finalmente, su consagración final con la llegada de internet, desde donde mantiene una cruzada infinita contra los fundamentos de la razón a base de improperios, arranques violentos, destrozo de flora autóctona a bastonazos, denuncias populistas y llamamientos a la acción, es decir, invitaciones a la población a tomarse la justicia por su mano o saltarse la ley ante cualquier asunto que le resulte criticable.

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Las denuncias a su persona por agresiones y situaciones violentas se suceden desde entonces.

Tampoco entonces el obispado lo apartó de sus funciones.

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En 2006, una vecina del municipio de Gáldar, en Gran Canaria, lo denunciaba por agresión física. Fue a pedirle una cita para hablar con él porque la estaba acusando de maltratadora de animales en una radio local y esto afectaba a su imagen. Al identificarse, la invitó a entrar a la iglesia, cerró la puerta y comenzó a darle puñetazos y cabezazos, siempre según la versión de la denunciante. Cuando por fin pudo salir a la calle, a tropezones, gritando y llorando, varios vecinos del barrio de San Andrés acudieron a ayudarla y llamaron a la Guardia Civil.

Tampoco entonces el obispado lo apartó de sus funciones.

La última denuncia por agresión es más reciente, de 2019. Una madre que denunció que el padre Báez golpeó a su hijo en dos ocasiones cuando éste se le acercó a pedirle un autógrafo. Le propinó dos buenos cachetones, "el primero una caricia, el segundo para que lo sintiera", llegó a decir al padre del muchacho que fue a pedirle explicaciones; de nuevo según la versión de los denunciantes. La familia decidió no montar una escena sino acogerse al amparo legal, por lo que acudió a la comandancia de la Guardia Civil a interponer una denuncia. Otra.

Tampoco entonces el obispado lo apartó de sus funciones.

 Este martes en Cadena SER conocimos otro caso, el de Lidia Henríquez, madre de una joven asesinada por su expareja en Lomo Magullo, la localidad grancanaria de la que es precisamente párroco este polémico cura. En ese momento, también justificó el asesinato machista.

 
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