Preservar un patrimonio que no se puede tocar pero sí ver
Guzmán, Fuentecén y la Sequera de Haza son objeto de estudio estas semanas por profesiores de la URJC para mirar de cerca la cultura inmaterial que han arrojado los siglos en ellos
Aranda de Duero
Casas de adobe, alguna de piedra con escudo blasonado, Plaza Mayor con Ayuntamiento, iglesia, normalmente céntrica o elevada, ermita a las afueras, merenderos y bodegas y lagares o sus vestigios en un pequeño cerro, caminos que conducen a las tierras de labor, quizá un rollo, o un pilón, un lavadero. Quizá chozos, fuentes, retos de palomares y tenadas.
¿Estamos describiendo su pueblo? Es posible que muchos de ustedes en sum emoria a estos lugares les están poniendo un nombre particular, porque nuestros pueblos tienen muchos elementos en común. Pero lo cierto es que ninguno es igual a otro. Y no solo porque ni las calles, ni los edificios, ni los paisajes son iguales. Si hay algo que distingue a estos pueblos es aquello que no se ve, no se toca, no se huele, pero tiene imagen, sonido, textura, gusto y hasta aroma. Y todo este tesoro se guarda en el relicario de neustra memoria. Es el patrimonio inmaterial.
El nombre de los lugares, las fiestas que se hacían en ellas, lo que se comía, los trabajos y los tiempos en los aque se llevaban a cabo, los personajes que han quedado en el recuerdo de todo el pueblo, las leyendas, los días de mercado, el frío que cortaba las manos al lavar, el polvo que subría molesto a los veldadores… la sufrido y lo gozoso, lo cotidiano y lo excepcional, el paso de los días y de los años y su huella en la cultura compartida por la comunidad ade tres municipios de nuestra comarcal, Guzmán, Fuentecén y la Sequera de Haza eso es lo que el grupo de arqueólogos y estudiosos de la Universidad Rey Juan Carlos se ha empeñado en preservar de la amenza del olvido, darle valor, interpretarlo, fijarlo y devolverlo a la comunidad que lo ha guardado hasta el momento.
Es el proyecto que lideran los profesores Alberto Polo y Francisco Rey, quien explica los fundamentos de este proyecto. "El objetivo es preservar la memoria, las relaciones entre ls pesonas, y rewcordar que el patromonoo inmaterial es vivo, está en constante cambio, y es importante registrarlo. Por eso nuestrot rabajo se dirige también a jóvenes. Todo el mundo inmaterial está en nosotros como personas", apunta.
Aunque ya llevan unos meses de preparativos del proyecto este fin de semana arrancaban los trabajos sobre el terrreno con lo que se llama “mapeos colectivos”. Como su nombre indica varias decenas de vecinos y vecinas de cada municipio se reunieron entorno a varios mapas y sobre ellos, con la compañía de los estudiosos, se patearon cada municipio y sus alrededores ¿por qué utilizar un mapa y recorrer lugares si estamos hablando de patrimonio inmaterial, del que no se ve? Porque la memoria también está asociada a los espacios, que funcionan como elementos evocadores, inseparables de los recuerdos, como explica el profesor Alberto Polo.
"Hacemos paseos patromoniales donde nos cuenten lo que había en cada sitio, que muchas veces se han perdido o cambiado, una vez hecho esto se están haciendo entrevistas a la gente para conocer mejor el entorno", dice.
Estos primeros paseos que se producían este fin de semana en cada uno de los tres municipios ya han proporcionado un valioso material a los investigadores, que han ido poniendo sobre el mapa nombres de caminos, de términos rurales, de casas, muchos de ellos ditintos ncluso a los nombres oficiales que figuran, por ejemplo, en el catastro. Pero el proyecto continúa estos días, porque los vecinos se han quedado con su propio cuadernillo y sus mapas para que a lo largo de estas tres semanas que le restan al mes de agosto puedan ir añadiendo todo aquello que recuerden y se les ocurra. También hay quienes tienen tanta información que quieren aportar que serán objeto de entrevistas personales en las que se grabaraán sus recuerdos para luego trasladarlos al estudio. Y paralelamente hay quienes también aportan fotografías antiguas que los estudiosos están analizando con mimo para incorporar a la recopilación y análisis.
Resulta curioso, ya en estas primeras aproximaciones cómo un mismo lugar o un mismo episodio, fiesta o tradición, evica distintos recuerdos y distinto tono emocional para personas distintas. Y es que un camino no es igual para quien lo tuvo que transitar a diario para trabajar que quien solo acudía a él para disfrutar de la fiesta. O el lavadero tampoco evoca lo mismo a los hombres que a las mujeres, que sabían perfectamente lo que era meter las manos en el agua helada del invierno. O quien iba a la escuela o quien no podía. Por eso no todos los recuerdos son iguales.
Por todos estos detalles, para este equipo de investigadores su labor no es solo un mero trabajo intelectual, un estudio académico en el que desplegar sus técnicas y sacar conclusiones teóricas. Al rigor que no va a faltar en este estudio, en este caso se añade un componente fundamental, que configura lo que se denomina arqueología comunitaria: vincular el estudio con la comunidad de personas que participa en él, hacerlas cómplices y devolverles, después, el material ya sistematizado y analizado para que quede en el pueblo como un tesoro más fácil de preservar, de transmitir a las generaciones venideras y del que sentirse orgulloso.
Y es que este patrimonio, mucho más vulnerable que el que se construye sobre piedra, es un elemento vivo, que evoluciona, se adapta, incorpora elementos de quienes van añadiéndose como nuevos miembros de la comunidad, desecha otros que ya no son tan útiles en la vida de ese colectivo, pese a lo cual su huella y su memoria se pueden conservar. Por eso Francisco Reyes considera que no hay que tener miedo a que los nuevos vecinos o las nuevas influencias que lleguen a los pueblos cambien las costumbres o modifiquen las tradiciones, porque eso también lo ha hecho cada generación. Pero eso sí, siempre tratando de no olvidar, de recordar la riqueza recibida.
Guzmán, La Sequera, Fuentecén… tres pueblos, solo tres pueblos. Ni más ni menos que tres pueblos. Tres oportunidades para sentirnos orgullosos, toda la Ribera, de una riqueza colectiva en la que se ha fijado este grupo de estudiosos, con una mirada que es a la vez curiosa y técnica, rigurosa y cálida. La mirada de quienes han sabido entender que hay tesoros ocultos en la vida, aparentemente cotidiana y rutinaria de cada colectivo humano. Ejemplo de una ciencia al servicio de las personas.
Preservar un patrimonio que no se puede tocar pero sí ver
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