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Romi y sus 'Flores de Kiskeya': cinco años de ayuda en Haití con raíces madrileñas

Romi Pérez dejó Madrid en 2014 para emprender su propio proyecto en el sur del país del Caribe

Su equipo ya cuenta con 30 personas que dan amparo a mujeres y niños de la zona con programas de educación y nutrición

Buscan voluntarios para los próximos meses y han lanzado un crowfunding para recaudar fondos tras el terremoto

Romi Pérez junto a mujeres en el centro de Flores de Kiskeya en Haití. / Flores de Kiskeya

Romi Pérez junto a mujeres en el centro de Flores de Kiskeya en Haití.

Madrid

Unos 6.800 kilómetros separan Anse-à-Pitre (Haití) de San Sebastián de Los Reyes. Recorrer este largo trayecto ya es habitual para Romi Pérez, una madrileña de 33 años que en 2014 viajó hasta allí por trabajo, pero decidió quedarse. Fue la casualidad la que le llevó a fundar un centro al que decidió llamar 'Flores de Kiskeya'. "Cuando tienes la realidad enfrente de ti es muy difícil darle la espalda. Quiero devolverle al mundo la suerte que yo he tenido", cuenta a la SER. 

Romi: "Cuando tienes la realidad enfrente de ti es muy difícil darle la espalda"

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El centro de 'Flores' -como llaman también a las mujeres a las que ayudan- está en el sur del país, lejos de Puerto Príncipe, algo que les permite trabajar con cierta calma en medio de un país sumido en la pobreza y el caos. Aunque el terremoto de la semana pasada no ha dejado daños graves en la zona, Haití está a punto de cerrar el verano de un año muy complicado: "Llevamos dos tormentas tropicales, el asesinato del presidente, ahora el terremoto, yo estuve con Covid... pero estoy acostumbrada al cambio, es parte de mi vida", afirma con rotundidad. 

Desde que fundó 'Flores de Kiskeya', la organización no ha parado de crecer y están decididos a seguir haciéndolo: "Nos llegan muchos niños y niñas pidiendo entrar, pero no podemos abarcar más. Vamos pasito a pasito, poco a poco". Por eso buscan financiación -han lanzado un crowfunding para recaudar fondos y ayudar de forma directa en algunas de las zonas más afectadas por el terremoto- y nuevos voluntarios para los próximos meses: educadores, sanitarios y personas que sepan de confección y corte.

A pesar de que sigue siendo "un camino muy difícil, de aprendizaje puro y duro", su proyecto está consolidado. Detrás de 'Flores' hay ya un equipo conformado por unas 30 personas -10 son trabajadores de la zona y entorno a 20 son voluntarios- que diariamente dan apoyo a mujeres y niños con talleres, juegos y programas de todo tipo. "Hemos creado actividades de costura donde damos entidad a las mujeres. Tienen su propio taller, cosen y venden sus productos", nos cuenta.

Algunos niños en el centro de Flores de Kiskeya en Haití.

Algunos niños en el centro de Flores de Kiskeya en Haití. / Flores de Kiskeya

Algunos niños en el centro de Flores de Kiskeya en Haití.

Algunos niños en el centro de Flores de Kiskeya en Haití. / Flores de Kiskeya

El programa sanitario es también muy importante para Flores y muy satisfactorio, insiste Romi. "Hemos ayudado a mujeres en situación extrema, a punto de morirse. Ver que ellas y sus bebés salen adelante es lo que da sentido a nuestro trabajo", comenta por teléfono.

"Una de las mamás del centro tuvo un bebé que con un año pesaba tres kilos. Me acuerdo que me lo llevé a casa, estaba a punto de morirse. Estaba todo el día malita, vomitando, con fiebre... Cuando empezamos con el programa nutricional, el bebé fue cogiendo fuerza. Ahora es ya una niña de seis años que está fenomenal", explica emocionada.

La tragedia de Haití, más allá del terremoto

"Haití nunca deja de sorprenderte. Nos llegan imágenes por la televisión, pero tengo la sensación de que estamos sobrepasados de escuchar noticias tan tremendas. Es muy duro verlo de cerca, te das cuenta de lo injusto que es el mundo", cuenta Romi. Ella conoce de primera mano la crudeza de Haití, un país que parece atrapado en un bucle de tragedias. Reconoce con cierta aflicción que son las que dan sentido a su trabajo: "Con estas cosas solo dan ganas de seguir ayudando".

El terremoto ha vuelto a golpear a un país olvidado y a una población desesperada que entorpece las labores de ayuda. Romi estaba allí cuando ocurrió, aunque a los pocos días volvió a España para sacar adelante la otra parte de la organización que gestionan desde aquí. Pronto volverá a República Dominicana -donde tiene su casa- para seguir coordinado la ayuda: "Todo es muy complicado. Necesidades hay todas las del mundo: alimentos, ropa, papel higiénico... Nos piden lo básico, pero nos dicen que no es suficiente".

Encarrila su vida en Haití tras aparcarla en Madrid

En 2014 Romi dejó San Sebastián de Los Reyes, donde tiene parte de su vida. En momentos como los vividos este verano, su teléfono arde por las llamadas y los mensajes que le llegan desde España. A los suyos intenta transmitirles tranquilidad: "Por suerte yo estoy bien. No he tenido ningún problema, es una zona muy tranquila", comenta. Sorprende su templanza, porque lo siguiente que cuenta es que todos los días cruza la frontera entre Haití y República Dominicana, donde reside.

"Llevo ya aquí siete años. Conozco a los militares y al personal de inmigración, que también saben lo que es Flores de Kiskeya". En ese sentido, dice, están muy respetados, aunque advierte de que "no deja de ser el país que es y hay que tener cuidado".

Romi cambió la gran ciudad en un país desarrollado como España por las carreteras sin asfalto de Haití. Su día a día supone "estar en todo". "Tengo una motito con la que me muevo de un lado para otro", comenta entre risas. Va al centro de Flores, se reúne con mujeres, hacen talleres y va al mercado: es su ya no tan nueva rutina.

En definitiva, sigue trabajando con un equipo incansable por mejorar la vida de sus "flores": así llaman a las mujeres que ayudan sin descanso en este pequeño centro al sur del país más pobre del mundo.

 
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