Sobre los datos Covid

Santa Cruz de Tenerife

Ayer murió por Covid en Tenerife un joven de 26 años, del que no se conocían patologías previas. Fue uno de las cinco personas fallecidas el domingo en este goteo que no cesa, pero se nos olvida si no nos toca de cerca: un amigo, una madre, un compañero de trabajo...

Es un horror estadístico, un dolor insoportable para los que deja quien muere y un desperdicio absurdo de vida. Pero cada vez nos afecta menos el penoso crecimiento de las cifras. El cansancio pandémico es una realidad tan obvia y ahora casi tan peligrosa como la propia enfermedad. Aflojamos prevenciones y cautelas, y lo hacemos justo llegando a lo que debiera ser la recta final. Lo hacemos porque estamos ya hartos de esta situación inacabable, hartos de mascarillas y geles, hartos de vivir con cuidado, hartos de medir todos los pasos que damos, cansados de estar asustados porque nos hemos dado cuenta de que hace un momento nos frotamos los ojos después de tocar una barandilla en un centro comercial.

Por eso nos negamos a prestar atención a este escandallo: a pensar que esta semana Canarias superará los 950 fallecidos, y que antes de que acabe este año, rozaremos los mil muertos, esa cifra increíble que jamás creímos que pudiera llegar a producirse. Mil muertos en Canarias, con más de 90.000 infectados desde que empezó la pandemia, de ellos 12.300 activos, 65 en riesgo grave en las UCIs. Y cada vez más gente decidida a vivir sea como sea, engañándose, pensando que ya no pasa nada…