El Sporting derriba el muro a tiempo para llegar a la cima

Gijón

En los escasos e interminables tres segundos que transcurrieron desde que Dani Jiménez le sacó a Djurdjevic el tercer mano a mano hasta que el delantero del Sporting se encontró con el rebote que solo tuvo que empujar, el sonido de El Molinón recordaba más al de un avión de pasajeros en caída libre, la montaña rusa más salvaje con 14.000 pasajeros afrontando su giro más radical o una reunión de la comunidad de vecinos cuando el que nunca paga la cuota critica el color con el que se ha pintado el portal. Era auténtico histerismo. Porque en ese balón había en juego algo más que un gol, algo más que un resultado en la quiniela. Estaba en el aire el liderato, el premio al trabajo incansable del equipo y la demostración de si el fútbol iba a ser justo con un Sporting que, aunque preferiblemente de otra forma, había merecido ganar de todas, todas.

Tuvo que ser así, con un gol feo y con un punto de fortuna, pero fue y nadie podrá decir que resultó injusto. Si acaso podrá pensarlo Dani Jiménez, el portero del Alcorcón que, hasta ese momento había dado una exhibición, siendo un muro infranqueable para el fuego enemigo. No estuvo tan preparado para el 'amigo' en esta acción decisiva al final.

El gol llegó cuando el sportinguismo ya se había quedado sin voz, cuando los jugadores ya sufrían de cabeza y de piernas, cuando la posibilidad de quedarse en un frustrante empate contra el colista cobraba fuerza. Era duro asumirlo, porque el Sporting había sido un martillo pilón, especialmente en una segunda parte que había sido un recital de dominio y ocasiones rojiblancas. La primera mitad fue algo más equilibrada, con un digno Alcorcón que pese a su condición de colista plantó cara mientras pudo. Se aprovechó también de que el Sporting parecía jugar a pantalla partida: de mediocampo para arriba era vertical, intenso y enchufadísimo; en el otro lado del campo daba bastantes más muestras de debilidad, con imprecisiones, escasa fluidez, alguna frivolidad más de las acostumbradas y cierto déficit de contundencia. Ocasiones no tuvo apenas el rival, aunque sí una clara en la que Mariño tuvo que enmendar un fallo de Gragera del que Lucho intentó sacar petróleo.

Más, en número y en claridad, habían sido las ocasiones del Sporting, que ya en el primer cuarto de hora había tenido dos espectaculares que Jiménez desbarató: el primer mano a mano de Djuka con el guardameta y otra preciosa acción en la que Villalba tiró de magia, para que el montenegrino abriera hacia Aitor y este, tras un gran autopase, tampoco pudo batir al portero visitante.

La segunda parte, con un importante crecimiento de Pedro Díaz y Gragera en mediocampo, fue un monólogo rojiblanco, aunque Jiménez seguía siendo insuperable hasta esa última acción definitiva. Djuka ya se veía soñando con el guardameta, que a la primera ocasión sumó otra en el minuto 80 (en la que el montenegrino quiso aprovecharse de un control que se le queda largo a 'El Puma' para hacer lo mismo que hizo Gaspar con él ante el Málaga, pero con menos éxito en esta ocasión) e incluso en la del gol, en la que de primeras el portero frustró los planes del delantero rojiblanco, que sí pudo aprovechar el rebote para marcar a puerta vacía.

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El Sporting sigue siendo el mejor equipo de la categoría. El primero de la tabla. El Molinón, aunque siempre con las pulsaciones por las nubes, sigue siendo un fortín: cinco victorias en cinco partidos. El equipo de Gallego enciende las pasiones con su estilo ambicioso y no ceja nunca en su empeño, no desiste hasta el pitido final. Hasta la suerte del campeón, esa que a veces es decisiva pero hay que buscarla, le acompaña. El plan sigue teniendo buena pinta.