Lo sobrevenido

La condena al diputado de Podemos, Alberto Rodríguez, es la última prueba de cómo la justicia se ha convertido en el brazo armado de una derecha ultramontana. No es una cuestión menor. Las sentencias del Supremo y del Constitucional empiezan a destilar el aroma a una tercera cámara donde la casta neocon impone por la vía jurisdiccional lo que los urnas no les otorgan. Marchena ha pasado de ser el látigo de los indepes a inquisidor general de las rastas antisistema. Pero el nudo está en que a estas las han elegido los votos y a él, un sistema de designación infiltrado hasta las cachas de grasa franquista y sectaria. El ardor con que los hijos de la gaviota defienden la independencia de los jueces, de lo suyos claro, se ilumina cada día con autos flamígeros cuyos borradores se escriben a cuatro manos entre Génova y la FAES aznaril.

La velocidad de rayo con que Battet ha procedido a fulminar al podemita hubiera merecido más sosiego a la vista de una sentencia con más agujeros que un queso gruyère, construida sobre una ingeniería jurídica cuya perla es esa “ ineligibilidad sobrevenida” que es una antología del disparate. Está en juego ni más ni menos que eso llamado la “soberanía popular”. No es improbable que en dos años la justicia europea dé la razón al ejecutado, pero, los muertos tienen la fea costumbre de no resucitar, salvo casos ya muy documentados en el Nuevo Testamento. En ese caso, deberían llamar a Llarena para saber cómo hacer el ridículo hasta el infinito.

Mientras tanto, la nueva delegada mañuequil reiteraba el compromiso de su jefe con la sanidad provincial a la misma hora en que los vecinos de Igueña se desgañitaban pidiendo médico. Sólo llevan año y medio olvidados. Qué manía en llevar la contraria, la de la realidad digo, a la verdad revelada desde Pucela.