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"Mi vida se había convertido en un infierno": Olivia y Pablo son alcohólicos desde los 15 años

Dos vidas trastocadas por el consumo del alcohol

"Mi vida se había convertido en un infierno", Olivia y Pablo son alcohólicos desde los 15 años

"Mi vida se había convertido en un infierno", Olivia y Pablo son alcohólicos desde los 15 años

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Olivia y Pablo tienen 22 y 30 años respectivamente, ambos desarrollaron alcoholismo a los quince y después de tocar fondo tomaron la decisión de acudir a terapia, aunque en el caso de Olivia, la decisión fue de sus padres.

Comenzaron como empieza todo el mundo: botellón, fiesta y amigos, pero pronto descubrieron que las bebidas alcohólicas les provocaban un efecto especial, y es que beber les hacía más sociables, les integraba en grupos de los que nunca sintieron que realmente formaban parte. Olivia, incluso confiesa que ha llegado a consumir alcohol en solitario. Con ello, desarrollaron una adicción a las bebidas que contenían esta sustancia y que les dura hasta el día de hoy.

Siendo menores de edad, beberse una copa de ginebra les convertía en amigos más sociales, más naturales, "el alcohol me inhibía", confiesa Olivia. Puede parecer algo corriente, pero en ellos el efecto era tal que llegó un punto en el que lo necesitaban. "Socializar llegó a convertirse en una excusa para consumir y no al revés", lamenta Pablo, que con 30 años recuerda su pasado con vergüenza.

Poco a poco el alcohol se fue apoderando de sus vidas. "A mi me produjo una sensación que me enamoró, yo bebía más que los demás, para mí era algo imprescindible", relata Pablo, quien recuerda exactamente cómo le afectaba a él a diferencia de los demás. "Con 17 años tuve mi primer síndrome de abstinencia y llegué a experimentar alucinaciones", cuenta. En el caso de Olivia, le dejaba sin el control de su mente ni de su cuerpo. "Acabé en un hotel con una persona con la que no quería estar", cuenta. También añade que perdía todo y que no le importaba. "Una vez una persona sin hogar llamó a mis padres porque había encontrado mi teléfono", añade Olivia.

"Beber era mi forma de forma de vivir", explica Pablo, quien llegó a consumir solo. En su historia cuenta que los últimos cinco años bebía a diario, en su casa, sólo y acompañado. Esa etapa se había convertido en un consumo por cualquier excusa. "Me bajaba al bar y bebía, si hacía la compra paraba en el bar". Olivia admite que también ha consumido sola, pero únicamente en aquellas ocasiones en las que iba a tener una cita. También confiesa que el alcohol ha cambiado su vida por completo: si no hubiese tenido dependencia, hoy en día continuaría los estudios de Psicología, una carrera de la que la echaron tras un año de descontrol.

Un día Pablo despertó y descubrió que estaba consumido en una pesadilla. El alcohol había convertido su vida en un infierno, pero fue el momento en el que Pablo tocó fondo, así nos lo ubica, cuando decidió empezar una terapia, una decisión que tomó quince años después de comenzar su adicción. En el caso de Olivia su inicio en terapia fue diferente: quienes tomaron la decisión fueron sus padres, ya que "llegó un momento en el que mis padres no me aguantaban". Olivia confiesa que ver a su familia desesperada también fue una de las razones por las que ella se dio cuenta de su adicción a la bebida.

Pablo lleva más de 8 meses sobrio y ahora se siente diferente. "Siento alivio de no consumir alcohol", dice que ahora tiene la vida que siempre ha querido. "Tengo una herramienta para afrontar la realidad y vivir como el resto de las personas". Olivia, sin embargo, todavía bebe y explica que lo hace para su mente es al mismo tiempo una necesidad y una obligación. "Es necesidad porque noto que mi cabeza me lo pide y obligación porque si no lo hago no puedo estar contenta en un sitio".

Otra diferencia entre ambos puede ubicarse en un bar y la gente consume a su alrededor: la sensación que experimentan es muy diferente. Pablo se siente aliviado de no ser él el que consume, aunque al mismo tiempo admite que reconoce que el problema lo tiene él y no los demás, por lo que prefiere dejar encerrada la relación con el alcohol en su propia cabeza. Olivia, por el contrario, cuando ve a otras personas consumiendo una copa de ginebra, siente que ella también lo necesita, y cuando los demás no consumen, no llega a entender cómo pueden pasárselo bien sin una gota de alcohol en el cuerpo.

 
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