El Sporting se cae a cachos
La sonrojante derrota ante la Real Sociedad B indigna a El Molinón y desata las dudas en torno a un equipo que ha sumado un punto de los últimos 18
Gijón
De aquel Sporting competitivo, ofensivo, divertido y bonito de ver no quedan ni las raspas. Si acaso, la voluntad. Pero nada más. El equipo se ha convertido en una broma de mal gusto, un guiñapo que ni ataca, ni defiende, ni construye ni destruye. La derrota ante la Real Sociedad B supone la mayor mancha de la era galleguista y está al nivel de algunos de los peores esperpentos vistos en El Molinón en este lustro infame del que los actuales gestores del Sporting ya no pueden culpar a la herencia recibida. Malos tiempos los que vuelven a correr por El Molinón.
Mermado por las bajas (aunque no en mayor medida que el rival) el Sporting se pasó casi todo el partido a merced de un filial que llegaba a Gijón en descenso. Lo máximo que logró el equipo gijonés fue alguna fase equilibrada, pero en ningún momento fue mejor que su rival. La disculpa de las ausencias es relativa, porque los once jugadores titulares eran profesionales del primer equipo o, al menos están en esa dinámica, como Pablo García.
Durante la primera media hora el partido fue un auténtico recital del filial realista, que le perdonó la vida a un lamentable Sporting. Villalba estaba desaparecido, Pedro y Rivera desubicados, Berto inédito, las bandas eran sendos coladeros (culpa de los laterales, pero también del desamparo por parte de Nacho y Aitor), Valiente y Babin ofrecían cualquier cosa menos consistencia y Mariño no transmitía seguridad, poco fiable y dubitativo en las salidas.
Perdonó Sangalli de cabeza, Martón no llegando por poco a ras de suelo y Navarro estrellando el larguero un pase de tacón (¡en el área!) de Martín. El Sporting era un pelele.
Solo en los últimos minutos de la primera parte el equipo gijonés mostró constantes vitales. El único tiro a puerta llegó en el minuto 42, después de una buena jugada de Berto, que tiró un buen desmarque, recibió de Pedro, condujo durante varios metros y acabó estrellando el balón en el portero visitante. La acción la inició Christian Rivera, que como un vehículo diesel fue creciendo en el partido, especialmente en la recuperación. Para él fueron los únicos aplausos de una primera parte en la que El Molinón se desesperaba con todos los demás.
Retratados
En la segunda mitad se acabó la bula del Sporting. El gol de Olasagasti retrató a muchos jugadores: a Babin (al que le ganó la espalda), a Mariño (que se quedó petrificado y a Bogdan, que sd cruzó dos veces por delante del jugador realista sin ser consciente siquiera de dónde estaba la pelota.
Solo entonces, con todo perdido, Gallego empezó a mover el árbol, dando entrada a jugadores del filial como Santamaría, César u Oyón. Con ellos en el campo el equipo al menos mostró un punto más de ambición, aunque demostraron tener la misma mala puntería que sus compañeros del primer equipo, o incluso mala suerte.
Al margen de descolgar al equipo del playoff, la derrota y la pésima imagen de los dos últimos partidos desatan un torrente de dudas en torno al verdadero nivel del Sporting y, no nos engañemos, también a la figura de David Gallego. El Molinón, siempre dispuesto a aplaudir, se mostró muy crítico con el equipo y el entrenador o, en el mejor de los casos, bastante resignado. Las caras en el palco eran un poema. O mucho cambian las cosas o el sueño de las primeras jornadas se quedará en eso: en un sueño con un desagradable despertar.
David González
Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...