El asesinato de Sócrates

León

Llamar a una ley educativa de modificación de la norma anterior era no solo una redundancia antológica, sino un presagio de que lo nuevo era ya viejuno desde el mismo momento del parto.

Y, efectivamente, se han confirmado los peores augurios . En particular , en lo que concierne a la extremaunción dada a las humanidades por la vía del afeitado infame a la filosofía y a los estudios clásicos encarnados en el latín y el griego.

Estas dos lenguas y la cultura grecolatina que en ellas se cimenta, son los pilares sobre los que se asienta nuestra concepción del mundo y la lengua en la que expresamos esta. Desaparecen ambas como troncales en cualquier etapa y la Cultura Clásica queda reducida a una optativa entre un ciento. No es difícil colegir que esta desaparición acarreará la extinción de las humanidades en la enseñanza de nuestros infantes. He aquí una metáfora inequívoca de modernidad huera y estúpida.

Y otro tanto cabe decir de la Filosofía, laminada de la enseñanza obligatoria, donde se ha eliminado para siempre la Ética de 4 º quedando apenas la vergüenza de una hora semanal de Valores Éticos . Si la Ley Wert fue un desastre en este ámbito, la llamada ley Celaá no hace sino enterrar definitivamente la posibilidad de una educación que, trascendiendo lo inmediato, se detenga en la formación moral del ciudadano. Igual es que no interesa.

Fíjense si la cosa está clara que hace apenas dos años PP, Ciudadanos, PSOE Y Podemos aprobaron una Proposición No de Ley para reforzar la presencia de la filosofía en Los institutos. Pero claro, sin el fósforo de la ética, la memoria desaparece. Es el signo de estos tiempos líquidos donde priman la obediencia debida y el brillo de una banalidad muy aconsejable para los mandarines de turno.