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Violencia machista: "A los tres meses llegó el primer golpe; ojo morado, mordisco en brazo y labio reventado"

Una víctima relata en la SER cómo sufrió esta lacra que aún hoy sigue muy extendida por todo el mundo

Detalla la dureza del maltrato psicológico, cómo le costó darse cuenta de lo que estaba sufriendo, pero también cómo volvía al lado de su agresor pensando que cambiaría

Silueta de la persona que relata esta triste historia y realidad / Imagen facilitada

Silueta de la persona que relata esta triste historia y realidad

Aranda de Duero

Son ya varios los días en los que hemos puesto de manifiesto la relevancia que tiene un día como el de hoy, 25 de noviembre. Un día en el que el mundo muestra su rechazo a la lacra del machismo y su violencia. Un día en el que hay que gritar bien fuerte '¡Basta!'. Un día en el que duelen más aún los testimonios de las mujeres que han sufrido esta situación. Un día en el que la parte psicológica también muestra su músculo; la mente es muy peligrosa.

Y este 25 de noviembre hemos escuchado otra de las muchísimas historias, de las muchísimas mujeres que han sufrido violencia de género. Omitiendo su nombre, residencia y alterando su voz, hemos escuchado la historia que ha querido compartir con los oyentes de la SER. "Fui una mujer maltratada, tanto físicamente como psicológicamente. Tuve una relación de cinco años donde no sabía que se me estaba maltratando a nivel psicológico. Te pilla joven y no das importancia a comentarios de 'dónde vas con esa minifalda', 'no te maquilles', 'el hombre trabajando y la mujer en la cocina'... Pero no te das cuenta. Acabó esa relación por mentiras e infidelidades, mi cuerpo no resistía", empieza diciendo.

Violencia machista: "A los tres meses llegó el primer golpe; ojo morado, mordisco en brazo y labio reventado"

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La mala fortuna de dar con otro agresor

"Conocí a otro chico y pensé que era todo lo contrario. Pensé que me había tocado un príncipe, pero era un ogro. Al principio no eres consciente. Empecé con depresión y él estaba ahí pero en otras cosas raras. A los tres meses llegó el primer golpe; un ojo morado, un golpe en el brazo, un labio reventado. Lo dejé pero como te da pena, le crees y le quieres creer, vuelves con él. Luego entre paliza y paliza hay como una luna de miel, donde él está a ti al 100% y eres su reina, pero la situación se vuelve a repetir", advierte esta víctima. "Casi todas las veces que me pegaba lo dejaba pero volvía. Vas aguantando, piensas que va a cambiar, le excusas... Mi familia empieza a cansarse; mis padres lo pasaron muy mal, y es como que me dijeron o lo dejas o a ver qué pasa. Y yo me fui con él", explica, catalogando esta decisión como "la peor de su vida".

La situación, más dura

"Todo fue a peor", detalla. El paso del tiempo demostró que hay que saber cortar a tiempo y no dar nuevas oportunidades. "Ejercía muchísimo control para que no diera palabras claves, ni dijera lo que 'no debía'. Cuando te pega palizas llega un momento que estás tan metida con él que piensas que te lo mereces. Él te va enredando de tal manera que al final la mala eres tú. Al principio detrás de cada paliza llega una disculpa, un regalo, o promesa. Es lo que llamaba la luna de miel, pero eso luego ya no existe. Te pega y se va, o se queda mirándote. Al menos era yo normalmente la que iba a pedirle perdón, dándole la razón. Lo psicológico hace mucho, te repite tanto que no vales para nada y que quién te va a querer y aguantar y que tu gente te ha dado la espalda cuando realmente es él el que te los ha quitado, que al final te lo acabas creyendo. Aguanté un año y medio, decidí dejarlo, pero cada dos días nos veíamos; estaba triste sin él y eso que te levantabas cada mañana deseando que no te pegara", expresa.

La reacción del agresor y el 'final'

"Ellos nunca aceptan que te han pegado o te han hecho daño. Dicen, ¿cómo le voy a pegar con lo que le quiero? Yo le terminé denunciando porque me tocó llamar a la Policía, porque una vez se le fue la mano y tuve que ir al hospital. A los dos años salió el juicio y él en ningún momento dijo que me había pegado, sino que yo me había puesto furiosa y que se había apartado y me había dado yo contra la puerta. No aceptan que te han hundido la vida. Yo decido denunciar porque vi que me mataba. En la última paliza me rompió la nariz y la mandíbula y me vi en peligro. Me persiguió con el coche y me amenazó con el móvil y llamé al 016, que es anónimo, no deja factura y a los dos minutos ya estaban los policías y la ambulancia y le detuvieron", detalla.

¿Qué le saca adelante y por qué lo cuenta?

"Una niña que tengo, que me demuestra que la vida importa. Mi niña es mi vida. Lo cuento porque pensamos que estamos solas, que nadie nos escucha ni entiende. Y no es así. Hay ayuda. Hay casas donde puedes estar con tus hijos. Y si de diez mujeres que lo escuchan hay una que hace un click y da el paso adelante, yo me siento muy bien", sentencia.

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