El universo del Selu
El Falla estrena el nuevo musical basado en la fuerza del carnaval de Cádiz
Cádiz
El carnaval de Cádiz es algo muy serio. Lo sabe bien José Luis García Cossío Selu, que lleva 30 años sacando chirigotas para el concurso oficial. No oculta su orgullo de llenar teatros por toda España (algunas veces fuera de nuestro país) y de haber conseguido vivir de esto. Él y algunos de sus componentes. Así que en un tiempo tan raro para la fiesta, la cultura y el arte en general, en plena pandemia, el Selu, ha decidido parar su locuacidad creativa de nuevas ideas y echar la vista atrás. Su mirada al pasado le ha permitido sacar adelante un espectáculo que es compendio de tres décadas de genialidad humorística: El Selu, el musical. Un autohomenaje que es, al mismo tiempo, una celebración, una oportunidad, una reivindicación y un resumen de muchas cosas, sobre todo, de una época dorada de la fiesta gaditana, que ojalá no ponga aquí ningún cierre.
El retrato de la España de las tres últimas décadas se podría trazar con coplas del Selu. Podría aludirse a la crisis económica, al progresivo deslucimiento de los políticos, al esfuerzo de la clase obrera, al desgaste del machismo... Y esas coplas servirían también para describir a una ciudad superviviente, Cádiz, capaz de reírse de sus males, hábil para encariñarse de prototipos perfectamente reconocibles y de arrojar desde una silla de playa más verdades que desde cualquier púlpito. José Luis García Cossío, El Selu, lleva treinta años retratando su ciudad y su país con sus chirigotas y ahora las ha compendiado en una obra autoproclamada como musical, que ha servido, en una decisión algo controvertida, para cerrar en el Teatro Falla el Festival de Música Española de Cádiz.
Producido por Vidorra Management y 16 escalones, es un viejo sueño cumplido de García Cossío, quien lleva inventando desde hace tres décadas personajes hasta haber conseguido crear un universo propio. Todo comenzó a lo grande como comienza este musical. Con un borracho. Fue en el vigoroso 1992 cuando El Selu, acompañado entonces de otros autores, arrancó su primer premio de chirigotas gracias a El que la lleva la entiende. Allí estaba el sello que le seguiría a partir de entonces. Un prototipo de personaje llevado hasta el extremo de la perfecta interpretación por cada uno de los componentes.
Luego vendrían ricos, lacios, banqueros, marujas, limpiadoras, calzonazos, mandatarios internacionales, estresados... Muchos de estos personajes están ahora sobre el escenario de este musical y la mayoría de ellos encuentra un hilo con el que vincularse. Dicen que todas las películas de Pixar tienen puntos en común que permiten imaginarlas en el tiempo y en lugares comunes. Y quizá al universo del Selu, pretendidamente o no, también le pasa lo mismo. La Pepi, limpiadora en el Congreso en esta obra, es la madre de Mari Loli, la admirada jovencita de la que está enamorado el Lacio, pareja a la cual el banquero ofrece una hipoteca. Y, por supuesto, el calzonazos de Lo que diga mi mujer es el marido de la Maruja, que, es a su vez, es nuera de la suegra con la que mantiene una relación más fría que un Calippo, y que, más que amigas, son enemigas en Facebook.
Ahí estaba uno de los principales atractivos de este espectáculo que, inesperadamente, no termina de explorar estas conexiones ni trazar un hilo argumental a lo largo de sus casi dos horas. De hecho, los dos últimos personajes, el Pesado con su inseparable Juan, o el maravilloso Enterao se presentan de forma aislada, como si no hubiesen encontrado hueco en esta deliciosa familia de personajes. Así que cuesta imaginar cómo alguien completamente ajeno a este universo puede terminar entendiendo esta obra más allá de como una vibrante antología venida muy arriba en calidad interpretativa y repertorio musical.
El espectáculo prescinde de la instrumentación clásica del carnaval con guitarra, caja y bombo para cambiarla por un exquisito cuarteto de piano, viento, batería y contrabajo con Javier Galiana, Joaquín Sánchez, José Benítez y José López. Suena jazz, tangos, coplas, sevillanas... Y ya sabe el Selu que en Cádiz se le reprochará que esto no suene a Cádiz, así que su personaje de Enterao se adelanta ya a la crítica.
Lo mejor de El Selu, el musical es, sin duda, el derroche interpretativo de unos hombres buenos que llevan media vida (o toda) dedicada a hacer felices a la gente. Y que, con todo su derecho, se reivindican como artistas. ¿Por qué Tina Turner puede tener un musical y Pepi no?
Hay sobre el escenario enorme talento. No es fácil hacer creíbles en dos horas personajes tan diferentes como los que ellos defienden. No es fácil para otros, porque ellos llevan haciéndolo 30 años. Sobresale José María Acosta, el niño de Malet, un crack de las transformaciones, capaz de lo más evidente hasta lo más sutil, como el delicadísimo homenaje que le brindó al final a Francisco Sibón, un histórico componente de esta chirigota, fallecido hace poco, que no pudo llegar a tiempo al estreno.
Y destaca también el poderío vocal de un Selu, que brilla en sus momentos musicales, y, como siempre, en sus interpretaciones. Es curioso que García Cossío haya elegido a su borracho, aquel con el que empezó todo, como una suerte de maestro de ceremonias. Quizá para que su ironía impregne este espectáculo. Sus apariciones reivindican constantemente que, aunque hay quien pueda decir lo contrario, esto es un musical tan digno y potente como el de Tina o El rey león. Porque los musicales son una cosa tan seria como el carnaval. Pero la vida está hecha para reírse de todo.
Por eso El Selu, el musical es una celebración de la risa empezado por uno mismo. Y es una oportunidad, quizá en este caso no del todo aprovechada, de seguir indagando nuevas fórmulas para imaginar otros carnavales posibles. Y es una reivindicación del talento propio y ajeno de Cádiz. Y es un resumen del universo divertido e ingenioso de 30 años de una chirigota que forma parte de la vida de tanta gente.
Pedro Espinosa
En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...