Año Nuevo
Julio Asencio

Jerez de la Frontera
Tras el rito de las campanadas, las uvas y el brindis, cada año nuevo nos prometemos mejorar nuestras vidas llevando a cabo aquellos deseos o proyectos que nos rondan siempre, como si el mero hecho de inaugurar otro calendario fuese suficiente para lograrlos.
Dicha actitud no deja de ser inocente e incluso cínica, pero no seamos tan severos. Aceptemos que somos animales de costumbres y nos vale cualquier excusa oportuna para recordarnos que hoy es siempre todavía (como diría don Antonio) y podemos cambiar a mejor si nos lo proponemos de verdad. En fin, lo consigamos o no, lo importante es intentarlo, pues el razonable deseo de ser felices y estar en paz con el mundo es una de las motivaciones primordiales para que sigamos adelante.
Es evidente que el bienestar propio depende tanto del esfuerzo personal como del bienestar colectivo. No basta con que los políticos profesionales hagan bien su trabajo. Igualmente, cada cual debe plantearse qué puede hacer y aportar al progreso de la comunidad (no su retroceso, como pretenden los carcas y reaccionarios).
Un ejemplo de rabiosa actualidad es el debate sobre la industria cárnica, tergiversado por intereses espurios (una vez más). El foco principal del asunto no debe centrarse solo en los estragos medioambientales que produce la ganadería intensiva, sino ante todo en la enorme cantidad de carne y derivados que consumimos, que no beneficia precisamente a la salud de las personas.
No estaría de más plantearnos ese propósito saludable en este año recién comenzado, o sea comer poca carne y basar nuestro menú en la dieta mediterránea. Todos ganaríamos, sin duda. El gran Eduardo Galeano lo expresó así: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo».
Con este mensaje quiero desearles feliz año. Cuídense.




