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"Tengo miedo de perder el miedo a la muerte": Marina sufre anorexia restrictiva desde los 13 años

El confinamiento derivado de la pandemia por COVID-19 ha llevado a un aumento de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) en jóvenes, pero también implicó una nueva realidad a la que enfrentarse para los adolescentes que ya sufrían la enfermedad

"Tengo miedo de perder el miedo a la muerte": Marina y Silvia conviven con un TCA desde que tenían 13 años

"Tengo miedo de perder el miedo a la muerte": Marina y Silvia conviven con un TCA desde que tenían 13 años

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Madrid

Con 13 años, Marina no sabía qué era un TCA. Por aquel entonces ella ya convivía con el trastorno, pero es ahora, con 25, cuando puede poner nombre a lo que sufre. "Yo empecé por anorexia restrictiva y luego llegó un punto, cuando cambié de colegio y dejé de hacer atletismo, que pasé a todo lo contrario, al trastorno por atracón". En ese momento, nos cuenta, sus padres se despreocuparon. "Yo cogí un montón de peso y mi relación con la comida era horrible, pero claro, era todavía menos visible al resto. Pasé un montón de años con el problema oculto".

Sufría en silencio, gestionando las consecuencias físicas y mentales del trastorno mientras continuaba con la rutina diaria. Hasta que llegó la pandemia. "Pasé de hacer lo que quisiera con la comida porque mi madre trabajaba y yo comía sola o me inventaba que cenaba en otro sitio, a estar 24 horas acompañada". Fue entonces cuando el problema se volvió evidente para ella, pero también para todos los adolescentes a los que la pandemia ha influido en los hábitos alimentarios. 

Cuando estar en casa se convirtió en un problema

Según datos del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, durante los meses posteriores al confinamiento se ha contemplado un incremento del 20% en el número de pacientes que requieren un ingreso hospitalario en la Comunidad de Madrid, derivado de un Trastorno de la Conducta Alimentaria. Estar en casa implicó para muchos jóvenes dedicar una mayor parte del tiempo al uso de redes sociales, donde es difícil esquivar los estereotipos de belleza. 

"Fue muy estresante. Al final el TCA es muy capullo porque siempre va a buscar la manera de salir, siempre encuentras la manera de hacer síntoma aunque estés acompañada". Para Marina, la pandemia supuso un punto de inflexión, pero no un adiós al trastorno. Vive con miedo a la enfermedad, pero también al final de una situación que cada vez afecta a más jóvenes como ella. "El otro día vi un vídeo de Verónica Forqué en el que le preguntaban: ¿a qué tienes miedo tú? Y decía que de joven tenía miedo a la muerte, pero ya no. Yo por ejemplo tengo miedo a la muerte pero tengo muchísimo miedo de perder ese miedo a la muerte".

Los jóvenes: víctimas invisibles

Silvia es unos años más joven que Marina, pero ambas comparten un trastorno que les afectó desde los 13 años. "Dejas de lado muchísimos planes. Te preguntan tus amigos: ¿vamos a cenar fuera? No. ¿Vamos a la piscina? No. Se puede vivir, yo he seguido respirando, pero no vives tu vida como tal". Tiene 18 años, pero también la sensatez de una persona que ha tenido que madurar a pasos agigantados. Ella asegura que se puede vivir con el TCA, pero no a cualquier precio. "Se puede vivir estando en terapia, lo complicado es no estar en terapia. Yo estoy acostumbrada a la comida de mi casa, a como la hace mi madre, y el comer fuera significa trastocar todo". 

Cada vez son más los jóvenes que terminan desarrollando un Trastorno de la Conducta Alimentaria. Y no solo eso. Estos son cada vez más frecuentes en edades tempranas y es aún más común que desarrollen una cronicidad a largo plazo. El encierro en casa durante los primeros meses de la pandemia, junto a los nuevos hábitos sociales, sacó a la luz y agravó un problema que veníamos arrastrando desde hacía mucho tiempo. Así nos lo cuenta Beatriz Martínez, Médico Psiquiatra de la Infancia y la Adolescencia del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. "A veces es difícil entender el sufrimiento psíquico, pero uno se puede hacer a la idea del punto que unos alcanzan con este tipo de trastornos mentales cuando llegan a pensar que un alivio sería morirse".

Beatriz Martínez, médico de la Infancia y la Adolescencia en el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús

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Beatriz trabaja con adolescentes afectados por esta situación. Anorexia, bulimia, trastorno por atracón... son algunos de los trastornos con los que, normalmente, llegan los jóvenes a los hospitales. Para la mayoría, el ingreso es inevitable. "Me asusta la cifra de ingresos porque creo que como sociedad estamos fallando si lo que le podemos ofrecer al paciente de primeras es un ingreso". Durante el confinamiento, cuando el mundo dejó de existir a través de nuestras ventanas, las redes sociales se convirtieron en la nueva verdad. "Cuando uno compara lo que tiene versus lo que se le muestra puede pensar que eso es la realidad". 

Así le ocurrió a Silvia. Ella, asegura, pudo sobrellevar el confinamiento gracias a sus pautas. "Tengo el espejo tapado de cuello para abajo. Lo he puesto bonito, con pegatinas, pero tapado. ¿Si no lo hubiese tenido tapado? Fatal". Las comparaciones, la presión por llevar un determinado estilo de vida que inunda las redes sociales, unido a la pandemia, están creando un nuevo tipo de paciente joven que llega a los hospitales de la Comunidad con pérdidas de más de diez kilos. Marina y Silvia son, en este caso, la cara visible de una situación, en ocasiones oculta, para la que muchas veces ya no hay vuelta atrás.

 

 
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