El edificio de Hacienda en Guilem de Castro

Valencia

Lo de comprar edificios vacíos para reubicar departamentos de las administraciones públicas no es algo nuevo en la ciudad. Basta recordar el caso de Tabacalera, donde se instalaron los servicios que se encontraban en el ya desaparecido ayuntamiento de Aragón. Operación en la que hubo especulación y que acabó en los tribunales.

Consideraciones al margen, lo más relevante de estas intervenciones no es tanto valorar el coste en su conjunto, que también, sino saber con certeza para qué se va a usar el edificio. Lo digo porque la Generalitat ha promovido estos años la compra de palacetes y edificios y algunos siguen sin tener destino todavía. La casa de los caramelos en la calle Muro de Santa Ana es un ejemplo. A buen seguro que el Consistorio habrá tomado buena nota de esta circunstancia, no cometerá los errores de otras operaciones pasadas, y no ejecutará la compra sin definir bien para qué quiere un inmueble de estas características en pleno centro de la ciudad.