Carlos Sanz, un artista injustamente olvidado
La sala Kubo Kutxa inaugura una exposición que cuenta con 135 piezas del artista donostiarra
San sebastián
Desde su fallecimiento en 1987 a los 44 años, sólo se ha podido contemplar la producción artística del pintor y poeta donostiarra en dos ocasiones, en el Museo San Telmo en 1989 y en el centro Koldo Mitxelena en 1998.
La antológica de la sala de exposiciones del Kursaal es la recompensa a ese vacío de 25 años, una oportunidad para conocer a un hombre que tuvo una existencia "llena de dificultades" a causa de la hemofilia que padecía y que vivió por ello "con un constante temor a una muerte temprana, como así fue", según ha explicado el comisario Mikel Lertxundi.
El origen de la nueva propuesta de Kubo está en la donación que la familia del artista realizó en 2021 al centro de patrimonio mueble de Gipuzkoa, Gordailua, de 77 de sus cuadros, algunos en un estado "preocupante" por haber estado almacenados en un lugar húmedo. Junto a importante documentación inédita que también fue legada, se puso en marcha un proyecto de investigación y recuperación de la obra de Sanz que ha dado como resultado esta muestra que recorre toda la trayectoria de un creador que participó en los años 60 y 70 en algunas de las iniciativas culturales más relevantes del País Vasco.
Se han reunido en total 57 óleos, 46 dibujos, 16 collages, 13 documentos de diverso tipo y 3 grabados, procedentes tanto de instituciones públicas como de propietarios privados, y se ha editado un catálogo con textos de Lertxundi, Juan Pablo Huércanos y Félix Maraña.
"Del exterior al interior" es el título de las obras de la primera sala, dibujos sobre todo y alguna pintura de los primeros años 60, de la época en que inició los estudios de Derecho y abandonó temporalmente la pintura y en la que Sanz hace un viaje desde fuera, de la opresión política, religiosa y social de ese tiempo, hacia adentro, hacia su propio sufrimiento.
Son piezas de contenido "crítico, irónico, satírico y macabro", como en las que dibuja a una mujer ebria, retrata a Franco y denuncia la guerra de Vietnam, en las que ya van apareciendo además sus formas descompuestas y los cuerpos putrefactos, con las que empieza a manifestar su inquietud por la muerte.
Un óleo de 1968 es la "bisagra" que conecta esas primeras obras con la etapa posterior, bautizada para la exposición como "Interior", en la que se exhiben sus obras más conocidas, muchas de las cuales remiten a las pinturas de Francis Bacon, artista que contribuyó a su formación autodidacta, al igual que la de pintores como Goya y Saura -sólo de niño acudió al estudio de Ascensio Martiarena-.
Esas pinturas y dibujos de los años 70, que ganan en profundidad y repiten elementos como ventanas y puertas, y en las que se evidencian los barridos y raspados de su técnica, dan paso a sus obras de los 80, que van ganado en color pero también en crudeza.
La última sala, la superior, recoge la dedicación de Sanz al collage y a otras disciplinas artísticas, como su faceta literaria, y muestra ejemplos de su participación en experiencias colectivas que deseaban aportar al arte su dimensión social y colectiva.
En la presentación de la exposición han participado Ane Abalde, directora de Arte y Patrimonio de Kutxa Fundazioa; Ander Aizpurua, director de Kutxa Fundazioa; y Harkaitz Millán, diputado de Cultura de la Diputación de Gipuzkoa.
A la familia de Sanz la ha representado Cristina Uriarte, exconsejera vasca de Educación, cuyo marido y suegro, ya fallecidos, eran sobrino y hermano del artista, respectivamente.
A ambos, Mikel Sanz y Miguel Sanz, los ha recordado este jueves porque se habrían sentido muy satisfechos de la muestra dedicada a un pintor que, "de no ser por sus circunstancias, sin duda habría alcanzado otra posición en el panorama del arte más allá de lo local", ha destacado Abalde.