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Bloqueos y trincheras: las consecuencias de un asedio fallido

Donostia 1813: 210 aniversario del saqueo y el incendio de San Sebastián

Consecuencias del fracasado asalto a San Sebastián el 25 de julio de 1813

Consecuencias del fracasado asalto a San Sebastián el 25 de julio de 1813

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Capítulo X. Ningún miembro de las filas británicas se imaginaba semejante revés, del mismo modo que tampoco Goliath se esperaba que David fuese a superarle. Una dura derrota que hirió a los ingleses en los más profundo de su orgullo, y más tras el ataque sufrido al día siguiente, cuando los franceses, de forma improvisada, acudieron a las trincheras aliadas, en un movimiento en el que les arrebataron un centenar de prisioneros y declararon un consejo de guerra al oficial al mando, el Mayor O'Halloran.

En un principio la ofensiva no iba a durar más de 10 días, pero las previsiones fallaron. El Duque de Wellington se quedó sin material antes de lo sospechado y los convoyes, provistos de nueva munición y artillería, no llegaban. Un sinfín de problemas a los que había que sumar los enfrentamientos con las fuerzas francesas en los Pirineos, en la batalla de Sorauren. Todo ello supuso que el asedio a San Sebastián entrase en una nueva fase: en bloqueo.

La ciudad se encontraba destruida, en especial las áreas más cercanas a las murallas, como consecuencia del fuego provocado por los bombardeos. Los techos de las casas estaban dañadas, las zonas altas deterioradas y las calles cortadas por unas barricadas "poco comunes". Para su construcción, los franceses levantaron el adoquinado, dejando la tierra de debajo a la vista. Se trataba de una estrategia para evitar que los potenciales proyectiles golpeasen el suelo y saliesen rebotados en cualquier dirección. Dicho de otra manera, se aseguraban de que se hundiesen en el barro. Llenaban, así, los barriles de adoquines y tierra. Asimismo, en las trincheras se abría un hueco para que las personas pudieran acceder al espacio protegido; eso sí, para entrar, de uno en uno.

Los donostiarras, por su parte, vivían como podían. De casa en casa, alejados de los bombardeos lo máximo posible. La calle San Juan y la actual Bretxa, sin ir más lejos, quedaron totalmente destruidas. La basílica de Santa María continuaba siendo un lugar apto para el culto. Los domingos las campanas solían llamar a los feligreses. De aquella época se conoce que los franceses permitían a los civilices acercarse a la parte delantera de las trincheras y comunicarse con aquellos que se encontraban al otro lado.

El infructuoso asedio dio paso a una pequeña tregua en la que los miembros de ambos bandos se permitieron rescatar a los heridos y recoger los cadáveres de los caídos en batalla. No obstante, los franceses se mantuvieron ojo avizor e impidieron a los aliados ir a las partes más altas de la brecha, temerosos en un ataque rápido y de que pudieran conocer las defensas.

 
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